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Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Porque de niño siempre pregunté cómo ir a la guerra
Y una enfermera bella como un albatros,
Una enfermera que corrĆa por largos pasillos
Gritó como graznido de ave sin mirarme:
Ya estƔs en ella, muchacho, ya estƔs en ella.
Juan Manuel Roca
Diego Felipe fue asesinado por la espalda. La policĆa no soportó el olor a pintura de sus manos, y le disparó. JamĆ”s lo ha soportado: estĆ” entrenada para no hacerlo. Deben mantener las paredes blancas, del mismo modo que mentes en blanco facilitan polĆticas de iniquidad. En Colombia esto se aplica con rigor asesino. Iniquidad y crĆmenes como el del joven grafitero de 16 aƱos, Diego Felipe Becerra, no son hechos aislados que comprometen solo al policĆa que lo asesinó.
En un gobierno represivo, el blanco mortuorio de las paredes se sostiene al igual que se sostiene el statu quo. Con su blancura, el estado repercute en la mentalidad de la sociedad con resultados deplorables: una multitud que celebra el silencio instaurado en las paredes, una especie de pulcritud burguesa que calla ante la iniquidad. Es como un decreto inquisitorial donde hacer lo contrario significa quedar marcado, enjuiciado en cualquier calle con la mirada, y asesinado por quienes defienden el orden gubernamental.

Por eso sabemos que el asesinato de Diego Felipe Becerra no solo contó con un autor material (el policĆa), tambiĆ©n contó con un autor intelectual: la polĆtica represiva del estado colombiano. Y no les basta con ello. BogotĆ”, ciudad presencial del crimen, es la misma que expide permisos para grafitear. Y no es la Ćŗnica, en otros municipios del paĆs sucede lo mismo. Hasta es normal que centros educativos destinen paredes para “la libre expresión”. El engaƱo es tan sutil que fĆ”cil serĆa quedar inmerso en su seducción. ¡Temerle a las buenas intenciones! Porque aquello que en apariencia reconoce el arte urbano y sus protagonistas, en el fondo encierra una polĆtica de control social que acaba con la belleza conspirativa del grafiti. ExpresĆ©moslo mejor. Imaginemos a los grafiteros exigiendo justicia a su manera. VeĆ”moslos ahora solicitando permiso para pintar la FiscalĆa General de la Nación. Y despertemos.Porque la frase “no hay que darle la espalda a la policĆa”, jamĆ”s serĆ” admitida.

Desde las calles del suroccidente colombiano
7 de septiembre de 2011
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