El uso de la ficción en los Tres Caínes no solo tiene fines dramáticos, también contiene fines políticos e ideológicos. Uno de ellos es ocultar los antecedentes del paramilitarismo al pretender exponerlo como el resultado de la venganza de un niño que vendía quesos.
2015/ Marzo 23/ Por:
Alexander Escobar

La
venganza existe, es claro, y el dolor por la muerte de su padre en manos de la
guerrilla, también, como un hecho que debemos lamentar. Sin embargo, las
actividades delictivas de los Castaño no inician a partir de la muerte de su
padre, como pretende exponerlo la serie. Para ese momento, 1981, Carlos Castaño
ya no vendía quesos, estaba vinculado al sicariato
“en la organización criminal de Pablo
Escobar en Medellín, con quien su hermano
mayor, Fidel Castaño, ya tenía negocios en la comercialización de droga”[1].
Son
datos claves que se omiten para modificar los perfiles de los victimarios, y
para manipular emocionalmente el imaginario del televidente que termina
justificando el surgimiento del paramilitarismo por medio de una mezcla perfecta entre dolor y venganza. Para
ello emplean la imagen de Carlos Castaño como el niño que vende quesos, y no
como el adolescente vinculado al sicariato en la organización criminal de Pablo
Escobar.
El
uso de la ficción en los Tres Caínes no
solo tiene fines dramáticos, también contiene fines políticos e ideológicos. Uno
de ellos es ocultar los antecedentes del paramilitarismo[2] al
pretender exponerlo como el resultado de la venganza de un niño que vendía
quesos. Por ello el término “terrorismo de Estado” no tiene relevancia en la
serie, ni siquiera se pronuncia; aparece difusamente para ser interpretado, en
el mejor de los casos, como un hecho derivado, mas no como el responsable del
paramilitarismo.
Para
el libretista de los Tres Caínes, Gustavo
Bolívar, el paramilitarismo nace en la serie por la venganza de los Castaño, y
no como lo que es: una estrategia sistemática de las clases dominantes para despojar
al campesinado de sus tierras y asesinar a la oposición política, y en el caso
de los Castaño, con un elemento adicional, asegurar las rutas del narcotráfico.
Otro
de los objetivos ideológicos de la serie es tildar de guerrilleros a quienes
piensan de modo distinto, o hacen parte de alguna expresión política opuesta al
Gobierno. Este no es un señalamiento que pierda importancia porque lo pronuncia
un jefe paramilitar, todo lo contrario, es una estigmatización real de quien le
fue otorgado el estatus de vengador por el libretista, y que por fuera de la
pantalla refuerza las declaraciones y señalamientos cotidianos de mandatarios,
funcionarios del Gobierno, y sectores de la derecha colombiana que instalan
esta idea en la sociedad. En otras palabras, los Tres Caínes no puede verse como un hecho aislado del arsenal
mediático que emplean los canales privados para reproducir las voces de la
oficialidad que califican de guerrilleros a quienes piensan en modo distinto al
Gobierno. Es decir, los Tres Caínes son
un complemento evolucionado y diseñado para trabajar de la mano con noticieros
y programas de “opinión” que ejercen un control ideológico sobre la sociedad.
Pero
algo más deplorable sucede con esta serie. Las víctimas del paramilitarismo ven
cómo sus victimarios se convierten en vengadores y bravos guerreros cuyos
crímenes pasan a segundo y tercer orden por el protagonismo que adquieren los
conflictos internos (amorosos y familiares) que introducen los libretos para
los Castaño, y que generan una carga emocional en el televidente que termina
sufriendo e identificándose con el victimario[3]. El hecho que
podría ser visto como algo normal en la elaboración del perfil de un personaje,
no puede abordarse de tal manera, en tanto que esto no está determinado por una
necesidad estética o dramatúrgica; son los perfiles de los Tres Caínes el desarrollo de unos fines ideológicos que buscan
desviar la atención del paramilitarismo como estrategia del terrorismo de
Estado, fines que reducen todo a cuadros pasionales, y peleas y traiciones
entre narcotraficantes, mientras se sostiene la idea de que el paramilitarismo
es producto de la venganza de un niño que vendía quesos.
En
cuanto a las víctimas, aparecen bajo un perfil gaseoso, sin trascendencia y
trato digno, sin un contexto político claro donde la dimensión de la tragedia
vivida es solo un mensaje dado a manera de twitter,
una voz sin memoria, silenciada por el estruendoso protagonismo otorgado por el
libretista a los victimarios que son presentados como vengadores y bravos
guerreros.
La
producción de narco-novelas y para-series va a continuar en Colombia. Pero
para el libretista de los Tres Caínes
la culpa recae en el televidente. “Los canales ponen lo que la gente quiere ver”, son las palabras de Gustavo Bolívar; palabras
que ocultan el trasfondo de la responsabilidad de los medios de comunicación privados.
Porque “lo que la gente quiere ver” no es otra cosa que los programas que los canales
privados la acostumbraron a consumir; son ellos los responsables de haber formado
un tipo de público para el narco-rating y, hoy por hoy, para el rating del
terrorismo de Estado de los Tres Caínes.
Marzo 25 de 2013
Notas
[1]
Ver “Carlos Castaño Gil”, en Verdad Abierta: http://www.verdadabierta.com/victimarios/los-jefes/724-perfil-de-carlos-castano-gil
[2] La estrategia paramilitar no fue
diseñada para “combatir a la guerrilla”, como comúnmente se difunde. Prueba de
ello reposa en el Informe elaborado en el año de 1962 por la Escuela de Guerra Especial
de Estados Unidos, donde se recomienda a Colombia “impulsar sabotajes y/o actividades terroristas paramilitares contra
conocidos partidarios del comunismo”. Para ese año las guerrillas liberales
estaban extintas, y los grupos guerrilleros de orientación "marxista o semi-marxista" se conformaron definitivamente entre los
años de 1964 y 1965. Al respecto puede consultarse el documento “Los gobiernos de Estados Unidos y el paramilitarismocolombiano”, elaborado por el CINEP, Centro de Investigación y Educación Popular. Sin embargo el paramilitarismo en
Colombia se remonta al período conocido como La Violencia, cuyo detonante fue el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido el 9 de abril de 1948. Durante ese tiempo los paramilitares se conocieron como “los pájaros” y “los chulavitas (o “policía chulavita”).
[3] Es importante ver el video realizado por la empresa Etnológica en un barrio de la ciudad de Medellín, donde se apreciael impacto que las narco-novelas genera en un grupo de niños: http://youtu.be/uEprPpDGgeM
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.