Alianzas del desarraigo


Crónica
Elegua / SƔbado 25 de mayo de 2013


La ciudad nombrada la mĆ”s peligrosa de Colombia, se “engalanó” para la realización de una Cumbre, que como su nombre lo indica, era sólo para la gente de arriba: Ć©lites con capacidad y autonomĆ­a para aprobar tratados de libre comercio (TLC). El jueves veintitrĆ©s de mayo de dos mil trece, se llevó a cabo la VII Cumbre de la Alianza del PacĆ­fico, en la ciudad de Santiago de Cali, Valle del Cauca, dizque para aportar a la “integración” e intercambio comercial entre los paĆ­ses Chile, MĆ©xico, PerĆŗ y Colombia. La tambiĆ©n llamada Calicalentura, que no le abre las puertas a los desesperados: fue sede; le abrió las puertas a mercaderes de la vida, usurpadores de territorio, a mandatarios de la retrógrada derecha como el de Chile y MĆ©xico.

Antes de dar inicio el evento, “La Sucursal” fue cubierta de verde: Por donde estaba planeado que pasaran los mandatarios y empresarios, se llenó de policĆ­as. Si por la quinta ibas pasando te encontrabas un policĆ­a cada dos cuadras. Si en las calles llovĆ­a, en el cielo no escampaba, plena vigilancia desde el aire: helicópteros sobrevolando, aviones y avionetas de inteligencia, y hasta avioncitos no tripulados nos “acompaƱaban” el camino.

Desde el lunes veinte, el Gobernador del Valle del Cauca, le pidió el favor al rector de la Universidad del Valle (UniValle) que cerrara las puertas de este establecimiento de educación superior – de carĆ”cter pĆŗblico -, para evitar cualquier alteración, cualquier intento de desmentir esa patraƱa publicitada en los medios privados de comunicación. El Municipio sacó un decreto que prohibĆ­a cualquier manifestación o movilización, asunto que me llama mucho la atención ya que se supone que la Constitución es la norma de normas, donde estĆ” escrito el ArtĆ­culo 37 – donde alude al derecho a reunirse y manifestarse pĆŗblicamente -; y ninguna ley, ordenanza o decreto puede estar por encima de ella o de los acuerdos y tratados internacionales asumidos por Colombia. Pues sĆ­, acĆ” se prohibieron las manifestaciones, cual canción de RubĆ©n Blades Prohibieron ir a la escuela e ir a la universidad // Prohibieron las garantĆ­as y el fin constitucional // Prohibieron todas las ciencias, excepto la militar // prohibiendo el derecho a queja, prohibieron el preguntar.

La ciudad parecĆ­a en toque de queda, parecĆ­a un Estado de Sitio, parecĆ­a una espantosa copia de “La noche de los lĆ”pices”, vendieron una falsa imagen de Santiago de Cali, vendieron mentira – ¡la propia mentira! –, la realidad fue maquillada. De las calles quitaron a los vendedores ambulantes, las sociedades de los semĆ”foros fueron escondidas, los habitantes de la calle fueron recogidos en camiones y llevados a las bodegas del ferrocarril donde no iban a ser vistos por la visita. En las calles requisaban mucho, no podĆ­an ver un grupo de personas reunidas porque llegaba la “ley”, habĆ­a mucha policĆ­a y poca, muy poca diversión. La gente de a pie no entendĆ­a quĆ© pasaba en La Sucursal, algo oĆ­an… pero la cosa estĆ” dura como para pararle bolas a una Cumbre de una gente repartiĆ©ndose como aves de rapiƱa lo poco que queda del paĆ­s.

El dĆ­a miĆ©rcoles los y las estudiantes del SENA realizaron un plantón pacĆ­fico y digno cerca al Centro Administrativo Municipal (CAM). A los diez minutos de haber dado inicio a esta actividad, el grupo ya estaban completamente rodeado por parte del Escuadron Móvil Antidisturbios (ESMAD) o mejor conocido como “Escuadrón de la muerte”. La represión no se hizo esperar, detuvieron cinco personas, golpearon a las y los estudiantes y todo siguió como si nada hubiera pasado… nadie se enteró. El dĆ­a jueves fue declarado como DĆ­a CĆ­vico, asĆ­ que ademĆ”s de la UniValle, no hubo clases en la Universidad Santiago de Cali (USC), ni la Universidad Libre ni en los colegios. Esas noches, las calles estaban solitarias y desoladas; la ciudad ademĆ”s de ser vigilada por todas estas aeronaves, era vigilada por un “Cristo Rey” perplejo, abriendo los brazos al no entender que hacĆ­an con la ciudad.

Les faltó repetir muchas mĆ”s veces la mentira de que en Cali y en general en Colombia no hay problemas, que en la ciudad de Las Tres Cruces y en el paĆ­s del Divino NiƱo todo anda bien. La gente no traga entero, no nos creĆ­mos que la ocurrencia de DĆ­a CĆ­vico era para acercarnos al Club Campestre y ver y admirar La Cumbre. La gente con la brisa de los farallones, con la salsa y los boleros en el ambiente no se dejó engaƱar por esos cantos inarmónicos de sirenas del capitalismo salvaje. La Cumbre pasó y las personas del comĆŗn sabemos que de esos eventos, de esa “prosperidad” no nos toca nada, que la ciudad sigue igual, y que la vida y la lucha sigue.

Llegó el viernes y la visita ya se fue; todo estÔ como si nada hubiera pasado. Los habitantes de la calle volvieron a su asfalto, el vendedor, el limpiabrisas, el malabarero volvieron a su semÔforo, el policía con su sombrero feo ya no estÔ. La ciudad por lo pronto espera los dos próximos eventos: los juegos mundiales y una reunión de mandatarios afros. Y por ahí se anda diciendo que por uno de los acuerdos de esta Cumbre pronto llegarÔ a invadirnos el maíz transgénico desde México.

Eso es todo por ahora, por lo pronto me voy a las calles acompaƱado de Oya, a la calentura donde una voz te dice agĆŗzate que te estĆ”n velando…


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