Seguridad ciudadana y justicia: en el marco del Paro Nacional Agrario y Popular


Por: Lucas Restrepo Orrego
Agosto de 2013

Que el tridente represivo constituido por la ley 1453 de 2011, el fuero militar y la propaganda militarista generara una respuesta bÔrbara contra las movilizaciones de agosto no es extraño. Tampoco lo es que fiscales y jueces se plieguen a las necesidades y exigencias de las fuerzas militares y de policía. Pero la complicidad de funcionarios de la Fiscalía y de jueces de control de garantías con la represión y el militarismo en la judicialización ilegal de líderes campesinos, periodistas alternativos y grupos solidarios con el paro nacional agrario y popular, es la bancarrota de la justicia.

Todos hemos sido testigos de la violencia oficial e ilegal que se ha ensañado contra los manifestantes en las carreteras de Antioquia, BoyacÔ, Cauca y Valle: robo de comida, golpes injustificados, exceso de la fuerza, ataques con arma de fuego, privación de garantías judiciales, etc. Hemos sido testigos también del servilismo judicial con la injusticia: judicialización de los líderes campesinos al tiempo que se desangraban algunos manifestantes por heridas de bala y golpes de macana.

Empero, ni un solo policĆ­a ha sido investigado por los excesos de fuerza con que se ha respondido a las justas exigencias del movimiento campesino colombiano. Es asĆ­ de sencillo: el abandono y el engaƱo oficial ha criado un monstruo llamado indignación, inconformismo, rabia que se despliega en las carreteras nacionales exigiendo justicia. Y la respuesta de la justicia ha estado al nivel del engaƱo: reprimir al mĆ”s dĆ©bil, congraciarse con el poder ilegal y mentiroso. ¿CuĆ”ntos estĆ­mulos esperan recibir estos fiscales y estos jueces de garantĆ­as por la judicialización de lĆ­deres sociales y periodistas alternativos? De seguro ninguno proveniente de una polĆ­tica de protección al campo o de un esfuerzo por incrementar la renta personal del campesino. Al final, el contraste es aberrante: mientras jueces civiles y agrarios brillan por su eficiencia ejecutando a ciudadanos empobrecidos para satisfacer el hambre del capital financiero, pequeƱos agricultores aĆŗn esperan retornar a sus tierras invadidas por empresas multinacionales, esperan ser atendidos para mejorar sus condiciones de trabajo o esperan ser valorados como productores del 70% del mercado de alimentos en Colombia.

 Lo que ocurrió con la justicia en Buga este 22 de agosto supera los lĆ­mites de la indignación: como en los tiempos de la colonia, los manifestantes detenidos por protestar, fueron aislados, privados de agua y alimentos, amenazados y expuestos en la picota como terroristas. No importó que el robo a sus pertenencias superara los 20 millones de pesos, no importó que algunos estuvieran heridos o hubieran sido amenazados por la PolicĆ­a. Solo importaba cumplir el triste papel del juez municipal que, ciego frente a los hechos, solo escucha al verdugo a travĆ©s de la manipulada visión del fiscal del caso para darle tĆ©rmino sin dilación a la legalización de todas las injusticias cometidas en el campo.

Triste papel de un juez que puede ser grande cuando aplica su función de garantĆ­as. Triste papel la del funcionario judicial de menor rango que se hace grande justo en el momento en que puede hacer grande a la justicia enfrentando la violación flagrante de la Constitución. Pero la pequeƱez y la insignificancia es el papel asignado que gustoso ha decidido aceptar, a costa de la justicia.    



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