La directriz del Gobierno es borrar de la memoria los hechos que provocaron el levantamiento en once municipios de la Costa Pacífica. Y también es clara la necesidad de la clase dirigente de borrar a quienes participaron y dirigieron este acontecimiento sin precedentes en la historia de Colombia.
2014/ Octubre 24/ REMAP/ Por: Alexander Escobar
A
poco más de un mes de realizado el Paro Regional del Pacífico contra la corrupción, las retaliaciones no se hicieron esperar.
Asesinatos y amenazas contra sus líderes es el saldo trágico que actualmente
reportan las organizaciones de derechos humanos que ponen de manifiesto la
ausencia de garantías para la protesta social y la oposición política en
Colombia.
Magüí
Payán es el municipio que se convirtió en epicentro de las retaliaciones. Un
docente y el secretario de una institución educativa asesinados, hasta el
momento son los hechos de mayor gravedad que padece este municipio de la Costa
Pacífica nariñense que está ubicado aproximadamente a una hora por carretera de
Barbacoas, un municipio con fuerte presencia paramilitar.
El
primer asesinato se registró el 28 de
septiembre contra Pedro Augusto Arizala Batalla, secretario de la
Institución Educativa Liceo Payán del municipio de Magüí, y quien fue uno de
los líderes del Paro Regional del Pacífico contra la corrupción.
El
crimen fue perpetrado en la vía Junín-Barbacoas por tres sujetos armados que
interceptaron el vehículo de transporte público en que se desplazaba Pedro
Augusto y, simulando un robo, asaltan a sus ocupantes y sin mediar palabra proceden
a dispararle luego de verificar su identidad. (Ver denuncia)
A
los pocos días se presentaría en Magüí otro hecho en contra de los líderes del
paro. Edison Tenorio, concejal de este municipio, sería el responsable en esta
oportunidad, en hechos que ocurrieron el 5
de octubre cuando el concejal amenazó
a los dirigentes Pedro Tenorio y Orlando Quiñones manifestando que les
consideraba “enemigos personales de la
administración municipal y el Concejo Municipal por haber realizado el paro en
contra de ellos y que eso no se iba a quedar así”. (Ver denuncia)
Y
los efectos de las amenazas no se hicieron esperar. Al día siguiente, 6 de octubre, el dirigente social Orlando Quiñones recibiría
una llamada en su teléfono celular donde le advertían: “Ahora sí estamos de igual a igual” (Ver denuncia). Un
día más tarde, 7 de octubre, sería asesinado el docente Norman Ortiz
del municipio de Magüí.
Este
segundo crimen se perpetraría en Policarpa, municipio de Nariño, donde en forma
similar al asesinato del dirigente Pedro Augusto Arizala, un sujeto encapuchado
interceptó el vehículo de transporte público en que se desplazaba el docente y,
luego de verificar la identidad de los ocupantes del vehículo, procede a
disparar en cuatro oportunidades contra el profesor. (Ver denuncia)
Pero
no solo las acciones paramilitares y las amenazas del concejal Edison Tenorio
de Magüí han sido las retaliaciones contra los dirigentes y participantes del
paro. El ejército también ha tenido responsabilidad, como lo reportan los
hechos ocurridos en Cumbitara, municipio de Nariño.
En
el corregimiento de Sidón, el 28 de septiembre el Ejército detuvo arbitrariamente
a Jhon Dany Quiñones y Janey Ortiz, dirigentes y representantes del Consejo
Comunitario Manos Amigas y que también habían participado del Paro
Regional del Pacífico contra la corrupción. En el lugar los militares los retuvieron
por cerca de media hora, les acusó de ser colaboradores de la guerrilla y, para
agravar la situación, procedió a robar el material de trabajo comunitario que
llevaban los dirigentes. (Ver
denuncia)
Al
igual que ocurrió durante el desarrollo del paro, las retaliaciones no han
tenido cobertura por los grandes medios de comunicación. Porque es claro que la
directriz del Gobierno es borrar de la memoria los hechos que provocaron el
levantamiento en once municipios de la Costa Pacífica nariñense y caucana. Y también
es clara la necesidad de la clase dirigente del país de borrar a quienes
participaron y dirigieron este acontecimiento sin precedentes en la historia de
Colombia.
Pero
la dignidad y la lucha de un pueblo no se borran tan fácilmente. La injusticia
y el paramilitarismo que alimentan a la clase dirigente de este país, y sus pretensiones
de perpetuarse en el poder, será la que terminará borrada por la lucha de un
pueblo que con el Paro Regional del Pacífico comprendió de lo que es capaz
cuando se levanta.
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