La malaria causa 627.000 muertes al año. Sin embargo, esta enfermedad, prevenible y curable, no dispone de vacuna, ni interesa a grandes laboratorios, y el motivo es sencillo: es una enfermedad de pobres, y por las características de su transmisión, nunca podrá afectar a gran escala a occidente.
Foto
de la Comisión Europea de vestuario siendo desinfectado / Jean-Louis Mosser
2014/ Octubre 15/ Diagonal/ Por: Paula Minguell
Juba
(Sudán del Sur). Martes por la mañana.
Saboreo
mi primer café “de verdad” en tres meses mientras contemplo las imágenes que
escupen todas las cadenas de noticias internacionales: se confirma el primer
caso de Ébola fuera de África: en España. Mi primer pensamiento: lo paradójico
que resulte que estando en África, me siento más protegida frente a este virus,
que en casa.
Empiezo
a leer la prensa on line: protocolos dudosos, llenos de errores, torpe manejo
de los casos de Ébola evacuados, pobre respuesta gubernamental ante el caso
confirmado. Y no es que yo sea una gran experta en el tema, pero por lo menos
me he estudiado, por mi trabajo, una y otra vez todos los protocolos, cosa que
no han hecho muchos de los tertulianos que estos días parecen haber invadido
todos los medios.
Leyendo
las declaraciones de la afectada, y de otros miembros del personal sanitario,
no puedo más que recordar el anterior caso de psicosis colectiva: la llamada gripe A (H1N1).
En
aquella época, trabajaba en el servicio de urgencias de un hospital. El protocolo
de actuación nos llegó una semana después de haber atendido a los primeros
casos, y más que un protocolo era una novela de ciencia-ficción: no es que
los profesionales no quisiéramos poner las medidas en práctica, es que los
recursos materiales y la infraestructura eran incompatibles con su
cumplimiento.
La
vida resuelta y la criminalización
A
pesar de no haber podido leer el protocolo puesto en marcha en el Hospital
Carlos III/Comunidad de Madrid, puedo llegar a imaginarme los retos de su
implementación. Cabe añadir, señor Francisco Javier Rodríguez, consejero de
Sanidad de Madrid, que la que escribe tiene un master, un título de experto
universitario, un diploma universitario, además de una Licenciatura en Medicina
y una especialidad, y no me avergüenza reconocer que no sé ponerme ni
quitarme el traje de protección. Eso sí, a pesar de que Sudán del Sur no ha
tenido ningún caso confirmado en la actual epidemia, antes de volver me he
asegurado que mis colegas nacionales supiesen ponerse y quitarse el traje. Como
bien sabrá usted, ya que es médico (y con la vida resuelta) es que es mejor
prevenir que curar.
Y
en pleno boom informativo, y recordándome las teoría de la doctrina del Shock, el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid anuncia la
adjudicataria de las obras de remodelación de las plantas tercera, cuarta,
quinta y sexta del Hospital Carlos III de Madrid. A pesar de los más de dos
años de lucha por evitarlo, este centro, referente nacional e internacional
hasta ahora de Enfermedades Tropicales, será reconvertido en un centro de media
y larga estancia. Y no es el único menoscabo que ha sufrido este centro: se
estima que desde el inicio del proceso de privatización y desmantelamiento de
la sanidad pública en Madrid, se ha reducido un 12% de su personal por centro.
El
virus no está controlado
Pero
volvamos a África, a pesar de que ésta es, hasta el momento, la epidemia más
grave en cuanto a población afectada y extensión (se han detectado casos en
Liberia, Sierra Leona, Guinea, Nigeria y República Democrática del Congo), en
África más de 20 brotes se han ido presentando periódicamente desde su descubrimiento en 1976 con más de 1.500 muertes excluyendo las 2.800 del
brote actual. De hecho, ni siquiera este es el brote “más peligroso” en
cuanto a virulencia: la cepa que azotó el Congo en 2002 tenía una tasa de
mortalidad del 80% superior a la cepa actual que ronda el 50-55%.
A
pesar de los esfuerzos realizados por ONG como Médicos sin Fronteras, que son
los que inicialmente se hicieron cargo de la epidemia, empezando sus
intervenciones en marzo del pasado año, el virus parece no estar controlado.
Ante la impotencia, la falta de recursos, la saturación de los centros
asistenciales y la falta de apoyo institucional, su presidenta Internacional,
Joanne Liu, se dirigió hasta en tres ocasiones al consejo de Naciones Unidas,
haciendo un llamamiento desesperado a la comunidad internacional. Esto resultó
en la creación de una misión específica para dichos fines: UN Mission for Ebola
Emergency Response (UNMEER) y el compromiso de apoyo, en forma de tropas y
recursos económicos por parte de los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra.
Finalmente, el único país que parece haber reaccionado ha sido Cuba enviado
un total 165 sanitarios con material necesario para desarrollar su trabajo.
Además, están preparando un nuevo destacamento.
Resulta
paradójico que frente a la lenta respuesta internacional, la respuesta de la
industria farmacéutica no se ha hecho esperar. Tras una reunión de urgencia, la
OMS “concede una gran prioridad a la evaluación acelerada de todas las vacunas”
por el cual, se da el visto bueno a la experimentación en fase humana (fase
3) de dos vacunas experimentales. Es sorprendente la celeridad en la puesta
en experimentación ya que normalmente se tarda una media de cinco años. Detrás
de estas dos vacunas, se encuentran dos empresas farmacéuticas: GlaxoSmithKline
y NewLink Genetics.
Eso
sí, la OMS en el comunicado difundido, muestran su preocupación por los
aspectos éticos de la experimentación. Es importante señalar que los
ministerios de Salud de cada país son los responsables de velar por el
cumplimiento del código ético cuando se realizan test en humanos, es decir,
entre otros la firma del consentimiento informado, preservar la libertad de
elección (sin ninguna otra opción terapéutica), preservar la dignidad de la
persona y la implicación de la comunidad. Por solo citar un dato que hace
sospechar de estos códigos éticos, respecto al consentimiento informado,
documento en los que se detallan los posibles efectos secundarios de los
tratamientos, en Guinea, la tasa de Alfabetización es del 29%, siendo del 18%
para las mujeres (el ébola afecta más a las mujeres).
Es
ahora que parece que la epidemia está descontrolada, y que puede afectar a
países occidentales, cuando se ha convertido en un “objetivo” de la
industria. Y es que no sólo se han producido avances en cuanto al
tratamiento, incluido el Zmapp, además, desde la aparición de la actual crisis
laboratorios argentinos y japoneses han anunciado la puesta en marcha de test
de diagnóstico rápido. Sin embargo, teniendo en cuenta el precio considerado
para las vacunas, sueros y test rápidos, los países africanos afectados nunca
podrán optar a estos recursos.
Escasez
de recursos
Mientras
todo esto ocurre, los contagios continúan en los países del oeste de África, y
como bien denuncian muchas ONG, el Ébola está produciendo una gran devastación
a muchos niveles.
Los
fallecidos por estar infectados por el virus, son sólo una mínima parte de las
muertes totales debidas a esta epidemia. Pongamos como ejemplo a Liberia, país
con más muertes registradas en la presente epidemia: 1.500 casos. Este país,
uno de los más pobres del mundo, presentaba antes de marzo ya unos indicadores
sanitarios alarmantes: una mortalidad en menores de cinco años de 75 por cada
mil niños (en España es de 5/1000), la esperanza de vida es de tan solo 62
años,y disponen de un ratio de 0,1 médicos por cada 10.000 habitantes, y de 2,7
matronas por cada 10.000 habitantes. En España, y no siendo de los ratios más
altos de Europa, hay 37 médicos por cada 10.000 y 51 matronas por cada 10.000.
A esta escasez de recursos profesionales, hay que añadir la falta de recursos
materiales, y a esto, tras la epidemia, el miedo a contraer la enfermedad.
La
población está evitando ir a los centros sanitarios por miedo al contagio y los
profesionales sanitarios están haciendo lo propio, no acudiendo a sus puestos
de trabajo. Se estima que el porcentaje de partos asistidos ha descendido
del ya de por sí bajo 50 % a un 38% desde el inicio de la crisis actual del
Ébola. Esto ha supuesto como es de esperar, un aumento en la mortalidad
materno-infantil. Y no se les puede acusar, el miedo es real: desde el inicio
del brote, 382 profesionales de la salud han sido contagiados (69 en Guinea;
188 en Liberia y 114 en Sierra Leona). De estos, 216 fallecieron.
Los
sistemas sanitarios de estos países están colapsando y es que el Ébola es sólo
uno de los tantos problemas al que tienen que enfrentarse. Entre otras destaca
la malaria, enfermedad parasitaria. Ésta afecta a 207 millones de persona en
todo el mundo y causa la muerte de más de 627 000 personas anualmente, cifras
muy superiores a las provocadas por Ébola. Sin embargo, esta enfermedad,
prevenible y curable, no dispone de vacuna, ni interesa a grandes laboratorios,
y el motivo es sencillo: es una enfermedad de pobres, y por las características
de su transmisión, nunca podrá afectar a gran escala a occidente. La vida de un
blanco vale mucho más que la de un negro.
Mientras
escribo estas líneas, se acaba de confirmar un nuevo caso, esta vez, en Estados
Unidos. Mientras los medios evocan escenarios post-apocalípticos propios de
Walking Dead, África continúa, a espaldas del mundo, su lenta agonía.
Paula
Minguell es cooperante.
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