El involucramiento del movimiento estudiantil en los diálogos de paz a través del Mandato Estudiantil es una propuesta directa hacia el logro de la paz con justicia social, y un triunfo del IV Congreso de la FEU que derrotó a la guerra sucia del Estado colombiano.
2014/ Octubre 7/ REMAP/ Por: Alexander Escobar
Nunca antes estuvo tan planificado un esquema de terror contra un congreso de estudiantes en Colombia. Seguimientos, amenazas con arma de fuego y mensajes de
texto vía WhatsApp son algunas de las evidencias de un trabajo de inteligencia coordinado y financiado para intimidar la lucha estudiantil colombiana.
No fueron simples amenazas improvisadas o encomendadas a cualquier delincuente para atemorizar e impedir la llegada de los tres mil jóvenes que asistieron al IV Congreso Nacional de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) que se realizó en Cali del 2 al 5 de octubre. No, lo que ocurrió fue la asignación de un grupo paramilitar en el suroccidente colombiano para cumplir una tarea definida y planificada con anticipación, y que actuó en complicidad con el silencio del Gobierno colombiano que no se pronunció frente a la gravedad de los hechos.
Las
amenazas ocurrieron en los departamentos de Cauca y Valle del Cauca. En total
siete dirigentes estudiantiles, sociales y defensores de derechos humanos
fueron amenazados desde el 21 de septiembre. Llamadas telefónicas, mensajes enviados desde
teléfonos inteligentes, seguimiento e interceptación con arma de fuego, fueron las formas de acecho e intimidación paramilitar que hasta el dos de octubre debieron soportar los estudiantes
del suroccidente que integraron el comité organizador del IV Congreso de la
FEU.
El
silencio del Gobierno fue el común denominador. Ante las amenazas jamás se
pronunció, dejó que avanzaran y llegaran a un estado crítico; amenazas que extrañamente cesaron solo cuando la imagen
internacional del Gobierno se vio afectada por el pronunciamiento
de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos que le llamó a proteger a los estudiantes.
Gobierno, medios
y paramilitarismo
Ocultamiento,
tergiversación, desviación de la atención como tarea de los medios de
comunicación, y asesinatos, amenazas e intimidación realizadas por los grupos
paramilitares, van de la mano de la complicidad de los organismos de seguridad y
el silencio institucional del Gobierno que completa el triángulo de la guerra
sucia que actúa de manera coordinada contra las luchas sociales en Colombia.
El
IV Congreso de la FEU fue víctima de esta guerra. Empezando por el papel de los
medios que ocultaron y omitieron información de un acontecimiento de carácter
nacional que reunió a miles de estudiantes de colegios
y universidades de toda Colombia. Medios como El País (prensa escrita) y
Telepacífico (televisión), con su sede en la ciudad de Cali, no emitieron nota
alguna durante los cuatro días que duró el congreso en esta ciudad. Aunque a lo
mejor estamos siendo injustos, El País, ahora que lo mencionamos, sí realizó un
pequeño informe. El 4 de octubre, día de la marcha que congregó a cerca de
6.000 personas en la capital del Valle, en un acto premeditado, y que
acostumbra a usar como política editorial, publicó el siguiente titular: Marcha de universitarios generó congestión vehicular al sur de Cali.
La
falta de ética periodística en la elaboración de este tipo de titulares contiene
una intencionalidad clara: desviar la atención de los problemas de fondo y generar
un sentimiento negativo en la población contra los tres mil estudiantes que durante
cuatro días discutieron sobre educación, planes curriculares, paz con justicia
social y otros temas censurados por las corporaciones mediáticas como prisioneros políticos,
montajes judiciales, y su oposición a la reforma a la Ley 30 que derrotaron en
el 2011, pero que ahora el Gobierno revive bajo el nombre de Acuerdo por lo superior 2034. De
igual manera se comportaron las grandes cadenas nacionales al no realizar comentario
alguno sobre el congreso ni dar el despliegue necesario a las amenazas de los
grupos paramilitares que desde el 21 de septiembre recibieron los estudiantes.
Solo medios independientes como PaZífico Noticias informaron sobre las amenazas y realizaron
notas sobre lo sucedido antes, durante y después del evento, así como los medios
alternativos que también estuvieron atentos al desarrollo del congreso.
El
Gobierno por su parte cumplió a cabalidad la tarea de guardar silencio ante la
gravedad de las amenazas. Esperar otro comportamiento sería extraño y desfasado
de la realidad. Es lógico, de haberlo hecho hubiese visibilizado y dado
protagonismo a quien toma como su enemigo–a su enemigo de clase puntualizaran
algunos–. Por tanto se limitó a cumplir su rol al evitar cualquier referencia o
pronunciamiento para mantener oculto al movimiento estudiantil en su lucha
contra el Acuerdo por lo superior 2034,
así como a sus ideas y propuestas para mejorar la educación y la calidad de
vida de los colombianos.
El triunfo de las
propuestas que incomodan
Al
pensar en estudiantes quizá la sociedad relacione sus actividades meramente con
la problemática educativa, o dicho de otro modo, que el movimiento estudiantil se
observe solo desde la óptica de una lucha sectorizada; y para ser más claros,
en el momento actual, que la atención se centre en el papel protagónico que
tendrá su lucha contra el Acuerdo por lo
superior 2034. Aunque ello es real, y el hecho ya representa un problema
para los intereses del modelo económico neoliberal, el posicionamiento de la
lucha estudiantil tiene unos alcances mayores que preocupan a quienes financiaron,
organizaron y desplegaron todo un dispositivo de amenazas contra los
estudiantes en el marco de este IV Congreso.
Las
luchas en 2011 del movimiento estudiantil dieron nacimiento a la MANE (Mesa
Amplia Nacional Estudiantil) y sentaron un precedente por el grado de
favorabilidad que su imagen dejó en la sociedad. En términos de la guerra
mediática que afrontan las luchas sociales en Colombia el hecho es significativo,
en tanto que los medios han programado a la sociedad para que realidad y verdad
se basen en la imagen, es decir, en la forma y no en el contenido[1].
Sin
embargo en las luchas sociales de nada sirve la favorabilidad de la imagen si ésta
no está acompañada del trabajo organizativo que supere los momentos
coyunturales. A este hecho puntual es que el Gobierno teme. Y la realización
del IV Congreso de la FEU aumentó esos temores porque presentó unos objetivos y
dinámicas de trabajo que nuevamente posicionarán en la opinión pública las
propuestas del movimiento estudiantil durante el desarrollo de su lucha contra Acuerdo por lo superior 2034.
Pero
este no es el mayor temor de quienes gobiernan para satisfacer las injusticias
del modelo económico, político y social del país. Su miedo más profundo está
representado en el involucramiento de los estudiantes con problemáticas que
traspasan lo sectorial. Su preocupación radica en que posterior al triunfo que se
obtendrá contra la política educativa del Gobierno, paralela y seguidamente la
imagen favorable de esa victoria se verá reflejada en la ganancia de espacios
de decisión en la opinión pública frente al tema de la paz con justicia social
y la propuesta de realizar una nueva Asamblea Nacional Constituyente.
El
IV Congreso de la FEU tenía trazado este objetivo. La propuesta de impulsar el Mandato Estudiantil por la Asamblea Nacional
Constituyente y la paz con justicia social fue una de las decisiones de los
tres mil estudiantes que durante cuatro días discutieron en Cali. Una decisión
incómoda para el Estado que pretende hacer de los diálogos de paz con las Farc
un simple desarme sin cambios a profundidad en lo económico, político, social y cultural.
El
involucramiento del movimiento estudiantil en los diálogos de paz a través del Mandato
Estudiantil es una propuesta directa hacia el logro de la paz con justicia
social, y un triunfo del IV Congreso de la FEU que derrotó a la guerra sucia
del Estado colombiano. También aparece como una medida concreta frente a la
necesidad de una nueva Asamblea Nacional Constituyente que realice cambios
estructurales en el país que están por fuera de la discusión en los diálogos de
La Habana.
El
llamado a la Asamblea Nacional Constituyente desde el movimiento estudiantil es
la suma de más voces que invitan a pensarse el país, y donde el pueblo tomará
medidas para que su participación sea directa y sin repetir los errores que dieron vida a la Constitución del 91. El proceso de
Constituyentes por la Paz con Justicia Social que se adelanta en todo el
territorio nacional es una muestra de cómo distintos sectores de la sociedad se
involucran en la construcción de una nueva Colombia que defenderán en las
calles, aulas y cualquier espacio del pensamiento donde haya que derrotar el
mundo virtual que impone la dictadura mediática.
Se
aproxima el momento en que el pueblo apagará los televisores, despertará a su
realidad y luchará hasta el final para transformarla.
[1] El tipo de sociedad formada por los medios se
caracteriza por poseer una memoria tipo desechable donde no importan los
argumentos y las razones sobre una problemática determinada. Durante décadas
estructuraron una audiencia que
otorga estatutos de verdad a la apariencia de un mundo moldeado al antojo del
poder de quienes dominan el tiempo al aire en televisión, radio y prensa
escrita para tergiversar, mentir y confundir.
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