Sus actitudes combativas han hecho olvidar su sufrimiento. Víctima directa de Carlos Castaño y su hija, estuvo desaparecida 5 años, fue abusada también por paramilitares. Piedad abre su corazón.
2014/ Diciembre 17/ Derechos Humanos/ Por: Las2Orillas
Piedad Córdoba
escribió este texto para el libro Palabras Guardadas editado por María Elvira
Bonilla para Editorial Norma. Cuando lo escribió en el 2007, su hija Natalia
María llevaba 2 años y medio desaparecida. “Ella fue violada y ahora tengo un
nieto de ocho años y no sabemos quién es su papá”, dijo Piedad Córdoba en la
audiencia del Tribunal Superior de Bogotá contra Ernesto Baéz. La senadora
atravesaba por un momento de postración y de incertidumbre que expresa en sus
propias palabras:
Palabra
firme, corazón roto
“La
palabra, en la mayoría de las ocasiones nos posibilita a los seres humanos
expresar nuestros sentimientos, opiniones y pensamientos. Palabra que nos hace
en alguna medidas más humanos porque es el vehículo a través del cual
reconocemos al otro u nos permite el dialogo abierto y sincero (…) Las imágenes
y los recuerdos cobran vida. El secuestro un canto a la sinrazón, a la
intolerancia; cobra vida en estos momentos el miedo, la permanente lucha por
sobrevivir y salir con vida. La rabia que recorre mi cuerpo ante la exclusión y
la persecución por ser opositora y por no encajar en la norma. El exilio, la
soledad, el arrancar parte de mi ser al tener que salir de este país para
salvar mi vida y la de mis hijos e hija.
Pero
la palabra es, hoy, esquiva y escurridiza para expresar realmente el dolor ante
la desaparición de mi hija Natalia María, pequeñita de estatura, dulce,
apacible, componedora, querendona, juguetona, metida a grande pero siempre
tratando de pasar inadvertida, generosa.
Cómo
le dolió mi secuestro y el exilio. Retumban sus palabras: “Mamá, parece que
Dios se olvidó de nosotros, qué hemos hecho?”.
Pero,
a pesar de esa aparente fragilidad, es fuerte como un roble. Tuvo la fuerza y
la fe para superar el secuestro, el exilio, las separaciones de sus seres más
amados. Ella mi parcera, mi compañía, el bálsamo en mis momentos tristes y
críticos. Me la han arrebatado y con ello se han llevado parte de mi ser.
No
puede ser la misma, dese lo más profundo de mi ser lloro, estoy triste y no
encuentro el bálsamo que dé por un momento tranquilidad a mi espíritu
Mi
hija debe, necesito que este en algún lugar de este adolorido planeta. Miro a
diario el espejo, tratando de encontrar en él la imagen de ella. Miro de
soslayo para adivinar en ese otro mundo que se abre más allá del reflejo de mi
propia imagen, dónde puede estar, con quién, qué hace.
Adelgazo
la mirada hasta el extremo para atravesar con ella los poros de la imagen, para
deshilar mi reflejo y encontrarme con su mirad, con su cuerpo y con su sonrisa.
Dos
años y medio han transcurrido sin saber de ella, sin poder oír su voz, sin
sentir su abrazo amoroso, sin escuchar sus reflexiones. En mi cabeza retumban
nuestras últimas conversaciones, largas caminatas, sueños y planes compartidos:
Luego de una larga conversación telefónica en la cual expresaba sus metas en
relación con su carrera, sus inquietudes por la realidad política del país y
sus inquietudes acerca de mi seguridad y de la familia. Un “te quiero, te
extraño, volvemos a hablar”.
Luego
de la desaparición, el silencio, la ausencia, la impotencia, el dolor, la
rabia, el hueco en el vientre como cuando ella nació, pero no por ello ha
cesado el dialogo permanente, porque esa oquedad se encuentra llena de
resonancias, de sensibilidad, de memoria.
Durante
todo este tiempo mi vientre la recuerda, la añora, la necesita. Por las noches
mis entrañas lloran como lloraba ella de pequeña. Permanece la red de su
ausencia.
Pero
tengo la esperanza de que algún día escucharé su voz, sentiré el calor de su
cuerpo, su mirada amorosa y protectora y su risa. Esta certeza me mantiene a
punto de no derrumbarme, de continuar luchando y creyendo en la vida.
Sigo
parada frente al espejo. Quisiera desvestirme totalmente de mi reflejo para
pasar al otro lado; ser otra, poder realmente saber qué siente mi adorada hija
en estos momentos, percibir el olor de su cuerpo, vivirlo desde la ausencia.
Quisiera
encontrar la respuesta.
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