El comandante de las Farc contradice al hermano del Presidente y revela la razón que textualmente le mandó Juan Manuel Santos a las Farc con el facilitador Henry Acosta.
2015/ Enero 27/ Diálogos de paz/ Por: Las2Orillas
En un texto crítico a propósito del libro “Asi empezó todo” recientemente publicado por Enrique Santos, el comandante de las Farc Pablo Catatumbo, protagonista de primera mano de los inicios del proceso, como receptor del mensaje enviado por el Presidente Juan Manuel Santos, un mes después de su posesión, contradice el relato de los hechos que hace el hermano del Presidente.
Catatumbo
además de pertenecer al Secretariado de las Farc tenía con el entonces
comandante Alfonso Cano una estrecha amistad y fue precisamente él, el
encargado de hacerle llegar la razón presidencial a su campamento en las
montañas del occidente colombiano donde ambos operaban. Pablo Catatumbo da a
conocer por primera vez la razón textual del Presidente que le entregó el
facilitador Henry Acosta, producto de una reunión de dos horas y media que tuvo
el emisario vallecaucano con Santos en la Casa de Nariño. Esto cuenta:
(…)
cabe recordar que el facilitador Henry Acosta, el mismo que había servido de intermediario
del Presidente Uribe unos meses atrás para proponer diálogos de paz a las
FARC-EP, al cumplir su misión ante nosotros expresa que se reunió el día 6 de
septiembre de 2010 en Palacio durante dos horas y media con el Presidente
Santos en persona, quien le pide traer las siguientes razones entrecomilladas
de su parte:
Él
quiere “parar
la guerra y negociar ya el conflicto histórico con las FARC. Las razones de
lucha de las FARC son ciertas y valederas, pero lo que le hace daño al país son
los métodos de lucha que usan”. “Estoy convencido que las causas que originaron
la lucha de las FARC son negociables, su plataforma de 12 puntos es un programa
mínimo, allí hay espacio para una negociación y para llegar a un acuerdo”.
Enrique Santos, en su libro, prefiere atribuir lo anterior a un equívoco del facilitador, nunca expresado por su hermano Juan Manuel. ¿Mala memoria?
Aquí
el texto completo escrito por Pablo Catatumbo:
Claves
para leer “Así empezó todo”
Por:
Pablo Catatumbo
Resultó
por lo menos sorpresivo el lanzamiento reciente de “Así empezó todo”, última
publicación del periodista Enrique Santos, hermano del Presidente de la
República y negociador del gobierno de Colombia en la fase exploratoria del
actual proceso de paz. Sorpresivo tanto por romper el silencio que el autor
había mantenido respecto a su actuación, como por el hecho de que el libro en
cuestión ha sido promocionado de una manera efectista, contradiciendo los
planteamientos que el mismo autor realiza en él sobre el papel de los medios de
comunicación en las conversaciones de paz. Con el enganchador subtítulo de “El
cara a cara secreto entre el gobierno y las FARC en La Habana”, el de Santos
Calderón puntea ya entre los libros más vendidos del país.
Lo
anterior no es óbice para acercarse críticamente a “Así empezó todo” y
encontrar en él claves para el análisis del actual momento de la Mesa de
Conversaciones, sus avances y retrocesos, y el futuro inmediato de Colombia.
La
particular visión del autor, gran parte del tiempo ocupada en criticar a las
FARC-EP y en reforzar el arquetipo mediático imperante, no implica por otro
lado que este escriba desde la orilla de la extrema derecha más retrógrada de
nuestro país. Enrique Santos escribe como defensor del proceso de paz y como
individuo que ansía el fin del conflicto armado. Pero lo hace,
fundamentalmente, como un periodista que busca impactar al público y convertir
en un relato controversial el trámite natural de la discusión de dos partes en
contienda.
Sin
embargo, la lectura de “Así empezó todo” nos obliga a realizar precisiones.
Algunas superficiales pero imperdonables, como pretender que los automóviles
Skoda son polacos y los Ladas checos. Las de real importancia para el contexto
del fin del conflicto, son por lo menos tres:
La
primera, la manera casi tangencial como Enrique Santos quiere tratar el asunto
de la muerte del comandante Alfonso Cano. Un hecho de tamaña magnitud, sobre el
que el autor maneja información de primera mano, no puede despacharse así de
agache. La decisión política de las FARC-EP de continuar los diálogos a pesar
de este execrable crimen, no exculpa al gobierno Santos de la responsabilidad
por un asesinato en condiciones de indefensión por fuera de todo derecho de
gentes. Un periodista que invoca permanentemente la verdad, que además es
integrante del equipo negociador del gobierno y hermano del principal
determinador de la ejecución, que a la sazón es el Presidente de la República,
no puede excusarse en un pretendido desconocimiento, ni recortar el testimonio
que ha aportado el arzobispo de Cali.
La
segunda, la manera olímpica y casi anecdótica como se despacha el asunto del
“quién invitó a quién” en los primeros contactos entre el comandante Alfonso y
el Presidente Santos, tendiendo un manto de duda sobre las afirmaciones que
voceros de las FARC-EP hemos hecho recordando la afirmación del Presidente
Santos sobre la viabilidad de la discusión de la Plataforma Bolivariana en una
mesa de conversaciones.
Al
respecto cabe recordar que el facilitador Henry Acosta, el mismo que había
servido de intermediario del Presidente Uribe unos meses atrás para proponer
diálogos de paz a las FARC-EP, al cumplir su misión ante nosotros expresa que
se reunió el día 6 de septiembre de 2010 en Palacio durante dos horas y media con
el Presidente Santos en persona, quien le pide traer las siguientes razones
entrecomilladas de su parte:
Él
quiere “parar la guerra y negociar ya el conflicto histórico con las FARC.
Las razones de lucha de las FARC son ciertas y valederas, pero lo que le hace
daño al país son los métodos de lucha que usan”. “Estoy convencido que las
causas que originaron la lucha de las FARC son negociables, su plataforma de 12
puntos es un programa mínimo, allí hay espacio para una negociación y para llegar a un acuerdo”.
Enrique
Santos, en su libro, prefiere atribuir lo anterior a un equívoco del
facilitador, nunca expresado por su hermano Juan Manuel. ¿Mala memoria?
La
tercera, la manera furtiva como se presenta el asunto del collar bomba del año
2000. A más de una década de ese montaje mediático en nuestra contra, sigue
siendo consenso en los medios de comunicación la pretendida responsabilidad de
las FARC-EP en tan horripilante hecho. No se trata de algo aislado, sino de un
capítulo de la sistemática estrategia de desprestigio con que el entramado
comunicacional colombiano, al que Enrique Santos pertenece, ha pretendido
deslegitimar a las guerrillas revolucionarias. El autor, por mínima
consecuencia, no puede abordar esta cuestión de manera tan campante.
Ahora,
repasando los planteamientos de fondo de Enrique Santos, encontramos una
insistencia permanente que no podemos dejar de lado: la de que las FARC-EP son
un movimiento anacrónico que dejó pasar el tren de la historia y por tanto, se
convirtió en un lastre para la nación. Recalca este aspecto con permanentes
referencias al pretendido dogmatismo de nuestros voceros y en la insistencia de
nuestra Delegación de Paz por tocar temas nodales como el agrario o el de la
justicia social. Confunde de esta manera Enrique Santos la mano dura y el
anacronismo, con la vehemencia de quien actúa en concordancia con sus ideales.
Los
voceros de las FARC-EP estamos profundamente convencidos de nuestros
planteamientos. Estos no provienen ni de manuales extranjeros ni de fórmulas
arcaicas. Constancia hay de que precisamente hemos sido nosotros los que hemos
traído a debate elementos propositivos respecto a los distintos temas nodales
de la Agenda de La Habana. Muestra diciente son los elementos modernizantes y
progresistas contenidos en los avanzados borradores conjuntos que son ya
consenso de la Mesa y en las 28 salvedades que faltan aún por dirimir.
Valga anotar que arcaicos y anacrónicos son quienes insisten en el militarismo y la guerra como salidas para el país (entre los que no incluyo a Enrique Santos), quienes consideran la pobreza y la miseria como cuestiones naturales e inmutables, y quienes persisten en creer intocable la libertad para acumular riquezas a costa de explotar los demás o los recursos pertenecientes a la nación (entre los que sí incluyo a Enrique Santos). En el ambiente de integración y desarrollo de la América Latina de hoy, los dinosaurios son los que entrañan al antiguo régimen.
Volviendo
al libro en cuestión, comentario aparte merece el otro arquetipo que delinea
Enrique Santos: el de una suerte de estrategia macabra diseñada de antemano por
las FARC-EP para el desarrollo del proceso de paz. Estrategia que buscaría una
infinita dilación de la Mesa como forma de acceder a los medios de comunicación
y a relaciones públicas, al tiempo que se fuerza a la opinión pública a un cese
bilateral tendiente al fortalecimiento militar.
Estos
argumentos no pueden ser más falsos. La duración de los diálogos ha dependido
de la misma marcha de la discusión de los temas planteados, los cuales no son
para nada sencillos.
Basta
analizar concienzudamente los tres acuerdos parciales ya alcanzados para
comprender la real trascendencia del debate a fondo que han emprendido ambas
delegaciones. Además, Enrique Santos parece olvidar la trascendencia
político-electoral que ha buscado imprimirle a la Mesa de La Habana su propio
hermano. Hay, eso sí, una verdadera estrategia del gobierno en torno a hacer
coincidir los eventos de las conversaciones con el termómetro electoral, para
lo cual no vacila en apelar a un verdadero arsenal mediático.
Olvidar
esta última cuestión y pretender que los limitados avances que en materia de
medios de comunicación hayamos podido tener las FARC-EP, constituyen el fin
último de la apuesta de la guerrilla en la mesa de diálogo, es buscar
distorsionar la realidad de estos ya más de tres años de trabajo por la paz.
Lo
mismo vale para lo referente al cese bilateral y el armisticio. Es curioso:
siempre que hay coincidencia entre alguna postura de la delegación del gobierno
con encuestas o con la opinión de algún columnista o académico, se habla de
clamor nacional o de una opinión generalizada. Pero cuando coincide la
insurgencia con organizaciones sociales y políticas, con personalidades y
académicos, se trata de una burda conspiración. La tregua constituye ya una
reivindicación creciente en el país, y pretender deslegitimarla es una pésima
señal. De nuestra parte basamos nuestra insistencia en el cese bilateral en dos
razonamientos fundamentales. El primero, que es fundamental salvaguardar la
mayor parte de vidas humanas para el logro de la paz: todos los colombianos y
colombianas merecemos vivir el fin de la guerra. Adicional a este criterio
humanitario, sostenemos que resulta urgente aclimatar las condiciones para el
logro efectivo de la paz y no hay mejor manera de hacerlo que llegando a la
tregua.
Por
último vale la pena una última aclaración. Alfonso Cano nunca fue la persona
sombría y frustrada que dibuja Enrique Santos. Se trató de la mente más vívida
de una generación de revolucionarios, un verdadero arquitecto de ideas y
propuestas. Fue siempre imposible desligar su vida militante de su vida
cotidiana, pues siempre puso la responsabilidad como valor central. Por eso
mismo su norma de comportamiento fue la seriedad. Esto no le impidió ser ajeno
a la alegría y a sus pequeños placeres: el cine, el fútbol, la lectura. Fue,
además, un gran amigo, circunstancia de la que doy testimonio personal. De
estar vivo hoy Alfonso Cano, estoy seguro, no dudaría un segundo en recoger el
guante que le deja Enrique Santos para comprometerse con una columna semanal.
La
Habana, 22 de enero de 2014.
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