A través de la puerta cerrada de la esclusa escucharon los llamados de auxilio, gemidos y el llanto de su compañera. Ninguna se atrevió a hacer nada para ayudarla. La experiencia les ha enseñado que en casos como este el redentor sale crucificado y se limitaron a observar.
2015/ Febrero 19/ Prisioneros Políticos/ Por: Doris Suárez, prisionera política recluida en el Complejo Penitenciario y Carcelario de Jamundí, Valle del Cauca.
...entonces Napoleón tendría razón
cuando al preguntarle quién
debía cuidar a los prisioneros,
respondió: “alguien más bandido que
ellos”
El
pasado 6 de enero una interna fue agredida por varias dragoneantes de Jamundí.
No es la primera vez que pasa. Este método correccional forma parte del
tratamiento penitenciario del INPEC, para algunas tan “normal” como que los padres
golpeen a sus hijos, los hombres a sus parejas y el ESMAD a los manifestantes.
Por eso cuando se difundió el suceso de la golpiza, la pregunta que salió a
flote fue: “¿y luego, qué hizo?”, como si alguna falta pudiera justificar una
tunda gavillera como la que le propinaron a esta jovencita.
Esta
tarde, una cabo ordenó que le hicieran una requisa de tercer nivel, es decir,
un cacheo en ropa interior y que luego la llevaran a la UTE (un eufemismo para
nombrar el calabozo). Desde allí empezó la violación de sus derechos
fundamentales al sancionarla con aislamiento pasándose por la faja el derecho
al debido proceso y sin que mediara un acto de agresión por parte de la
reclusa. Pero el jaleo mayor comenzó cuando la metieron a la esclusa: una
especie de garita dentro del patio con grandes ventanales polarizados a través
de los cuales la guardia puede ver sin ser vista y que las mujeres aprovechan
como espejo. Allí quedó la reclusa sola con más de cinco guardianas convocadas
para el aquelarre.
La
mayoría de las reclusas estaban encerradas en sus celdas y solo unas cuantas
estaban afuera. A través de la puerta cerrada de la esclusa escucharon los
llamados de auxilio, gemidos y el llanto de su compañera. Ninguna se atrevió a
hacer nada para ayudarla. La experiencia les ha enseñado que en casos como este
el redentor sale crucificado y se limitaron a observar: vieron salir a la
interna esposada con las manos atrás, descalza y con el rostro dolido y
lloroso. Sintieron pesar e impotencia cuando una mano la empujó y cayó de
bruces mientras le daban la orden desfachatada de que se parara. Como no pudo
hacerlo, las dragoneantes la agarraron por los brazos y de un tirón la pusieron
en pie y a empellones la sacaron rumbo a la UTE, donde continuó esposada –tal y
como salió– en una jaula a la intemperie hasta la media noche. El llanto y sus
gritos fueron escuchados por internas de los patios contiguos y se despertaron
sensibilidades y se adormecieron los miedos. Entonces denunciaron con el
respaldo de muchas firmas.
El
cuerpo de custodia está enojado. ¡Por supuesto! ¡Cómo no va a estarlo! no
entienden por qué tanta alharaca por este incidente. Al fin y al cabo, medicina
legal solo le dio 12 días de incapacidad a la reclusa, no hay testigos de lo
que pasó en la esclusa y este método pedagógico es una práctica corriente.
Prueba de ello es que dos días después de esta zorra, otro recluso que en un
momento de desespero se había trepado a la terraza de la torre 1 fue golpeado
por varios guardianes. Desde las ventanas de las celdas muchas reclusas vieron
cómo lo pateaban y esta vez, quizás porque se sentían seguras lejos del alcance
de la guardia agresora, se atrevieron a gritarles algunos insultos. Pero los
hombres casi nunca denuncian, menos porque crean que es una diligencia inane y
más porque en su imaginario viril, no es de “machos” quejarse.
El
INPEC, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo recibieron la denuncia del
Comité de Derechos Humanos del patio y el testimonio juramentado de la reclusa
que narra cómo fue golpeada y ultrajada. Ya iniciaron las “exhaustivas
investigaciones”, pero si incluso cuando se han filmado los atropellos de las
fuerzas del “orden” contra los civiles los hechos han quedado impunes, en las
cárceles el riesgo es aún mayor.
Sí,
es cierto, muchos pensarán que son delincuentes y que se lo merecen. Los
bárbaros siempre se dan sus mañas con los pretextos. Pero no es muy buen
ejemplo el que reciben los prisioneros y la sociedad –sobre todo en estos días
en que se discute la solución política a los conflictos – viendo que los
funcionarios del INPEc recurran a la violencia física para castigar a los
detenidos, así en gavilla como si fueran pandilleros y que el Estado lo avale
con su indiferencia porque si es así, entonces Napoleón tendría razón cuando al
preguntarle quién debía cuidar a los prisioneros, respondió: “alguien más
bandido que ellos”.
Enero de 2015
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