Silvia Arjona se adentra en las vivencias, luchas y fortalecimiento de la cultura que teje el Encuentro de Sabores y Saberes, organizado por la Asociación de Trabajadores Campesinos en el Valle del Cauca (Astracava). Recuperación de saberes, Constituyente por la Paz con Justicia Social y poder popular, son algunos temas que narra el reportaje.
2015/ Agosto 27/ Arte y Cultura/ Por: Silvia Arjona
Saberes y sabores, 10 años sembrando semillas de paz
y soberanía para el campesinado vallecaucano
Tienen
la piel oscura por el sol, las manos ásperas y robustas y el cuerpo delgado
pero muy fibroso. Caminan despacio cargados de bolsos, mochilas y carpas y
llegan en chiva. Se abrazan y sonríen para saludarse, pareciendo que se
conocieran de siempre. Se les siente felices entre las verdes montañas que les
reciben a su llegada. Ellos lucen sombreros tradicionales; ellas, llevan el
pelo recogido y delantal. Todos y todas tienen en común algo: la tierra como
modo de vida y sentimiento de pertenencia. Son campesinos y campesinas.
El
pasado fin de semana unas 300 personas (del campo y de la ciudad, jóvenes
estudiantes, periodistas…) procedentes del Valle del Cauca, Cauca y Nariño se
reunieron en el regimiento de Venus, en el municipio de Tuluá, para celebrar el
X Encuentro de Sabores y Saberes Campesinos del 15 al 17 de agosto. Niños y
niñas, jóvenes, adultos y mayores: cuatro generaciones venidas desde otras
veredas para trabajar juntas en pro de la soberanía alimentaria y la paz.
La
Asociación de Trabajadores Campesinos del Valle del Cauca (Astracava) hacía de
anfitriona en el mismo lugar y bajo las mismas montañas donde hace diez años se
iniciaron estos encuentros. Entre el sábado y el lunes (el fin de semana era
puente) se realizaron un conjunto de eventos en el centro educativo de Venus:
un intercambio de tradiciones y semillas, la III Constituyente Campesina
dividida en varios ejes de trabajo, y el Festival de Música Campesina Melesio
Suárez. El objetivo, perpetuar el poder popular campesino en el ámbito
político, económico, cultural y social.
La
zona vallecaucana presenta una tierra fértil que permite variedad de cultivos,
en las tierras planas donde la caña de azúcar predomina como insumo de los
ingenios azucareros, hasta las zonas más montañosas, donde se cultiva el café,
el plátano, diferentes frutales y diversas hortalizas. Los pueblos de este
Valle han sufrido durante el último decenio fuertes desplazamientos de
población tras la arremetida paramilitar, ocasionando un cambio en el uso de la
tierra, según el informe “Asopecam: ejemplos de producción orgánica y relevo
generacional”. De este modo, fincas cafeteras se convirtieron en ganaderas al
cambiar sus dueños, generando un nuevo proceso de acumulación de tierras y
ocasionando problemas ambientales como la erosión y la degradación de suelos
debido a su mal uso.
Por
otro lado, en la actualidad el uso de tecnología y agroquímicos para el cultivo
del café está afectando a las prácticas tradicionales y agroecológicas, unas
técnicas que cada vez más reivindican las asociaciones de campesinado en la
zona y que se vieron presentes en el Encuentro de Saberes y Sabores Campesinos.
Tres años
constituyendo poder popular
Durante
tres años se han ido realizando espacios de constituyentes con el campesinado
del Valle del Cauca promovidos por Astracava(Asociación de trabajadores
campesinos del Valle del Cauca) . Estos encuentros, que reúnen a distintas
organizaciones locales productoras y productores de verduras, hortalizas,
frutas y pequeña ganadería, pretenden analizar los problemas asociados al
campo, así como establecer propuestas para mejorar la situación. De manera
colectiva y muy participativa, el campesinado construye su idea de cómo quiere
vivir y trabajar la tierra sin que lo tradicional y lo ancestral se pierda en
el camino.
En
la III Constituyente los ejes temáticos fueron: político-organizativo;
producción y soberanía alimentaria; territorios, tierras y medio ambiente;
juventud; derechos humanos y mujer. De manera especial y dentro del marco del V
Encuentro de Zonas de Reserva Campesina (ZRC), que se prevé realizar a finales
de 2015, se analizó la situación de éstas y se pusieron sobre la mesa puntos y
aspectos a trabajar para el respeto y la consolidación de estas zonas en el
país.
Las
distintas organizaciones campesinas establecieron propuestas de cambio y paz
donde las relaciones sociales sean más humanas y no estén marcadas por el
lucro, el interés ni el estractivismo de los recursos naturales. Advirtieron
del abandono estatal y la represión en el campo y exigieron que las demandas
que vienen planteando desde sus veredas sean tomadas en cuentas por las
autoridades locales y departamentales. Asimismo, plantearon que el poder
popular sirva para construir desde lo local, desde las montañas, donde cada
quien pueda tomar decisiones y orientar el rumbo de sus vidas y sus tierras.
En
cada uno de los ejes de trabajo se establecieron mandatos que, de manera
democrática y colectiva, y según las necesidades de cada una de las veredas,
tienen como objetivo convertirse en la hoja de ruta a seguir por todas y todos,
en los distintos escenarios político-sociales de Colombia.
La guerra por la
tierra
El
conflicto armado en Colombia ha estado muy presente entre el campesinado,
especialmente el del Valle del Cauca, y también lo estuvo en esta reunión de
campesinado. Aunque se prefiere hablar de los logros, la lucha constante y el
trabajo diario, cuando se les pregunta advierten de los abusos de poder por
parte de las fuerza militares, de las amenazas que sufren para abandonar sus
casas, de los robos de ganado o destrucción de sus cultivos o de la violaciones
sexuales a sus mujeres.
Según
la Directora Territorial Valle de la Unidad para las Víctimas, Paula Gómez,
organización que ha apoyado este encuentro, “la incursión paramilitar en la
zona ha hecho mucho daño, tanto individual como colectivo, y en la parte alta
de Tuluá existe un corredor fuerte de narcotráfico”.
En
esto coincide Darnelli Rodríguez, coordinadora departamental de la Red de
Derechos Humanos Isaías Cienfuentes, quien afirma que la persecución a las y
los campesinos ha sido fuerte por parte de grupos armados ilegales. A esto se
suma la creación del Batallón de Alta Montaña en la zona de Barragán, donde el
ejército ha cometido bastantes violaciones de derechos humanos desde amenazas,
robo en sus viviendas, ocupación de lugares civiles como las escuelas, abusos
sexuales a compañeras…
De
una forma más gráfica me explica el profesor Wilson, un hombre bonachón y
sonriente que afirma ser de los pocos que ha nacido en el corregimiento y que
ha dado su vida por la educación de la gente más joven. Se rodea de sus ex
alumnos -ahora adultos y amigos- en la tienda que está situada frente al centro
educativo de Venus y que sirve de lugar de recreo y despeje durante este
encuentro, y me explica, con pavor, el asesinato de mucha de su gente cercana.
Se detiene en la muerte de aquél niño con problemas auditivos al que “había que
gritarle para hablarle” y que, con mucho esfuerzo consiguió que estudiara y
fuese reconocido entre su familia y amigos. “¡Pero el ejército le asesinó con
la excusa de pertenecer a la insurgencia, a pesar de tener siete u ocho años!”,
exclama y muestra con los ojos bien abiertos su estupefacción e indignación.
Y
es que a partir de la Doctrina de Seguridad Nacional, un concepto y práctica
que nace con la Guerra Fría y que es aplicado por las fuerza militares
latinoamericanas, “el ejército se instaló la idea que las comunidades
campesinas, indígenas y afrodescendientes apoyan a la insurgencia. Y sobre
estas acusaciones es el principal punto por el que actúan, vulnerando el
Derecho Internacional Humanitario (DIH) y relacionando y vinculando a la
población civil con el conflicto armado”, explica Alex Iván Larrea, vocero
departamental de Marcha Patriótica y miembro de la Unidad Popular del
Suroccidente colombiano presente y activo en este encuentro campesino.
Asimismo,
Evar Corrales, campesino y miembro de Astracava Tuluá, advierte que al campo no
lleguen los servicios mínimos de salud y educación. “No hay buenas vías de
transporte, no hay servicios básicos dignos (alcantarillado, luz, agua
potable…) y lo que se busca también en este tipo de encuentros es pensar cómo
mejorar las condiciones de vida digna de las comunidades”.
Zonas de Reserva
Campesina
El
campesinado sabe dónde plantar y cuándo recoger la cosecha, cómo combatir una
plaga, cuánta cantidad producir y de qué forma cuidar a sus animales y plantas…,
pero también sabe organizarse y luchar por lo es suyo. En Colombia existe la
concentración de la tierra y según el Censo Nacional Agropecuario, el 0,4% de
los propietarios poseen el 46% de las tierras, divididas en terrenos de hasta
500 hectáreas, mientras que el otro 70% de los propietarios solo tienen el 5%
del total de la zona rural colombiana, con predios de cinco hectáreas como
máximo. Además, sólo el 6,3 % del área rural de Colombia (7,1 millones de
hectáreas), es usada para cultivos agrícolas, mientras que el 93,7 % restante
es utilizada para otras actividades como la ganadería; lo que da para pensar,
teniendo en cuenta los índices de pobreza y desnutrición en el país.
Por
otro lado, existen siete millones de personas desplazadas de sus territorios
debido al conflicto armado, una cifra excesiva que atraviesa toda una sociedad
cansada de la guerra y que exigen regresar al campo. “Si no hay una verdadera
reforma agraria integral no puede haber paz”, asegura Carmenza Gómez,
presidenta de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (ZRC) y
miembro de Astracava.
Esta
mujer, enérgica y que se mueve de mesa en mesa escuchando y tomando nota de las
aportaciones de cada equipo de trabajo en este X Encuentro Campesino, se
muestra convencida de que desde estos espacios organizativos se puede reformar
el país y construirlo para que toda la sociedad quepa. “Queremos una paz con
justicia social y con derechos donde exista unidad entre todas y todos y donde
se hagan realidad los cambios que se vienen plantando en esos espacios
sociales”.
Para
Carmensa son muy importantes las ZRC puesto que son territorios constituidos a
partir de las necesidades del campesinado, quien realiza un plan de desarrollo
para definir cómo quieren que sea su territorio. En Colombia hay seis ZRC y
otras siete que son sólo una iniciativa porque “el Gobierno Nacional ha negado
su reconocimiento jurídico, aunque aun así se viene trabajando igualmente como
si fuera una ZRC”, matiza.
“En
estas zonas se rescata y protege la cultura campesina, las semillas
ancestrales, las prácticas antiguas de labrar la tierra”, argumenta convencida
y convenciendo de su pura necesidad tanto para el campesinado, como para la
producción agrícola (que llega a todas las ciudades), así como para el medio ambiente
y su cuidado.
Sabores con
aroma
Frijoles,
maíz, yuca, arroz, papas, plátano, banano, mora, naranja… fueron algunos de los
productos que se degustaron y cuyas semillas se intercambiaron entre el campesinado,
con la ayuda de las y los más pequeños que estuvieron presentes, quienes se
encargaron de explicar la procedencia de cada grano.
Para
Gladis Sierra, vicepresidenta de la Asociación de Pequeños Agricultores
Campesinos de La Marina (Asopecam), del municipio de Tuluá, “la mayoría de
semillas que llegan al campo son transgénicas y producen grandes daños a la
madre tierra y a la salud de las personas, por eso es importante este encuentro
donde se fomenta la agroecología y se da importancia a mejorar el medio
ambiente y a recuperar las semillas tradicionales”.
Gladis
reparte café orgánico entre los asistentes que se acercan al stand que ha
instalado para promocionar los productos que vende su organización. Harina de
guineo producida a base de un proceso manual en su finca, cúrcuma, cacao,
aceites esenciales, champú, vino de naranja sin alcohol, adobos y ensaladas.
Todos son muy apetecibles y desprenden un aroma propio de los productos recién
sacados del huerto. Nos llevamos una bolsita de cúrcuma bien amarilla sin
pensarlo mucho, un producto fresco, local y sin intermediaros para aromatizar y
dar sabor a nuestros almuerzos.
Mientras,
en los fogones, un conjunto de mujeres y algunos hombres trabajaron constantes
y sin casi descanso durante los tres días de encuentro para que no faltase
ningún plato de comida para todas las personas concentradas en Venus. Unos
alimentos procedentes de la tierra que aliñaron el encuentro con sabor
tradicional y local.
La
música tradicional tampoco pasó desapercibida en este encuentro de Sabores y
Saberes. Los más mayores de las veredas, armados de sus guitarras como una
extremidad más de su cuerpo, alegraron la noche del domingo donde, a pesar del
cansancio de tres días pasados por agua -por momentos- y frío nocturno, consiguieron
levantar de las sillas los cuerpos del público que bailaron una retahíla de
canciones populares. Se celebraba así el Festival de Música Campesina Melesio
Suárez para rememorar el folclore del campo y homenajear al propio Suárez cuyas
arrugas en la piel no le impidieron danzar como el que más.
Y
así, bañados de música tradicional y bailes populares, concluyó el X Encuentro
de Sabores y Saberes Campesinos del Valle del Cauca ajenos a lo que en un
tiempo escondieron y callaron las verdes montañas que ahora nos protegían.
Fuente: http://constituyentesporlapaz.org/?q=node/8
Fuente: http://constituyentesporlapaz.org/?q=node/8
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