Se advierte una para-criminalización que, en su naturaleza misma, responde a un abrazo de ese pasado, recostado para actuar desde las entrañas de los principios fascistas. El siglo XXI se halla en el drama más aberrante, conmisero, ignominioso de verter pueblos al destierro, al hambre, a la pobreza y a la desaparición.
2015/
Septiembre 20/ Opinión/
Por: Sara Leukos
El horizonte sin luz
está mordido de hogueras.
Federico García Lorca
El mundo no se
libera del fascismo
Este
niega cualquier concepto de individualidad y lo opera en masa, es un brazo de la física contemporánea,
donde, las probabilidades mayores o menores
del fenómeno, subyacen bajo el conjunto
de los individuos. El fascismo para sostenerse
recurre al reino de las probabilidades, de la mecánica cuántica. La acción de aniquilar
pueblos enteros, nacionalidades, etnias, no es de hoy, ni se inserta en un tiempo-pasado superado. El
siglo XXI aún permanece en su sala-cuna, no ha visto morir a su madre, ha
seguido el curso.
La
relación entre los principios del fascismo y los principios de una física
contemporánea, no vienen solos. Occidente en el siglo XX , encontró la mágica
formula en Einstein y Max Planck, este último científico prusiano-alemán,
considerado uno de los mejores físicos del siglo pasado, en relación a la contribución
e introducción de nuevos conceptos en la mecánica cuántica, acuñó en término
filosóficos: “una nueva verdad científica
no se hace explicándola a los oponentes sino cuando ellos mueren y una nueva
generación cree en esta verdad”, resultando,
un tiempo demoledor, desgarrador en la
señal del tendón histórico.
El
fascismo es la imposición de un pensamiento que se aplica con toda una carga instrumental de eliminación.
En su punto inicial lo contable, es decir, la muerte, hasta la instalación cotidiana
de lenguajes eliminatorios, estigmatizadores, represivos y profundamente
inapropiados, ante una sociedad que se atisba en resistencia.
En
esta dimensión, se advierte una para-criminalización
que, en su naturaleza misma, responde a un abrazo de ese pasado, recostado para
actuar desde las entrañas de los principios fascistas. El siglo XXI se halla en
el drama más aberrante, conmisero, ignominioso de verter pueblos al destierro, al
hambre, a la pobreza y a la desaparición.
El tiempo-presente
y su propósito: Colombia
El
fascismo vierte su propósito a un proyecto
basado en una economía moral, justo
en ese capitalismo global que cobra
muchas vidas y para ello recurre a las ondas espacio-temporales. Hay un fuerte
brazo de ese pasado, donde se configura un tiempo homogéneo, éste se asoma bajo
gobiernos, pensamientos represores, estandartes, tambores, botas y charreteras.
La para-criminalización se basa en el desprecio
por el ser humano, en la vía multi-escalar de la discriminación, la
eliminación, el individualismo
posesivo y el sometimiento desde la gobernanza a miles de ciudadanos a la eliminación individual y colectiva del
sujeto.
Es una apuesta permanente
de Estado
En
Colombia la para-criminalización, bajo estos postulados, está instalado como
política de Estado: se asesina selectivamente bajo escuadrones, se desaparece
uno a uno, como una sinergia cuántica, se
judicializa sistemáticamente y sorpresivamente sin mucho ruido. Este modelo de
para-criminalización, se afianza con un discurro almibarado, bajo la lupa de
organismos judiciales, legislativos y fuerzas militares. Todos como en un
banquete, respondiendo a esa puesta en escena, como en un film a lo Pier Paolo Pasolini: el poder y la
degradación como corpus político.
Así obra el
fascismo en la actualidad
En
Colombia, los territorios están en resistencia en relación con el gran proyecto
económico de globalización, donde se asoma la muerte y la gobernanza
para-criminal. Esa inflexión, se
vehicula ante una política de Estado que, aún frente al inicio de un proceso de
paz con la mesa del movimiento insurgente FARC-EP, aún,
no se ha podido desbrozar el cordón de esa para-criminalización. Para
ello solo basta mirar cómo este presente
se funde en ese pasado reciente, hacia un actual proyecto político de algunos candidatos
a las gobernaciones y alcaldías en octubre de 2015. Solo basta para
mirar cómo emergen postrados bajo
el crimen.
A nombre del
bien, se extiende el mal
Se
cierne sobre ellos un olfato sospechoso de actos de financiamiento, concesiones
económicas, acciones de corrupción, estrategias de protección militar, amparo
gubernamental, protección política, bajo el amparo y control de localidades
urbanas, red de mercado delincuencial, es decir, toda una agencia indirecta a
nombre de un postulado fascista que cobra un significado en todo un mercado-político
capitalista.
En
medio de este hervor, el Estado, la
sociedad atisba hacia un proceso de paz con los movimientos insurgentes FARC-EP
y el ELN, que como gran reto actúan, ante lo que sería un tiempo-presente y político.
Es un presente revelador, en tanto que
el futuro ha hecho daño bajo roles apresados,
estimulados por el postulado de un Estado en la negación del individuo y que ha
llevado a miles de muertos y a otros sumirlos en una pobreza hegemónica,
bajo una economía emergente,
“estrictamente moral”, de dominación del otro.
En
ese curso delineado, el pueblo no está ajeno a esa madriguera del fascismo
global, que de manera soterrada, deambula con su olfato, apuntando en los más íntimos rincones: la cotidianidad colombiana. Es una corriente
de pensamiento extrema, en una deshumanización, una privatización del otro, pretendiendo
despolitizar a los sujetos.
La para-criminalización:
Feliciano Valencia
En
Colombia, la violencia del Estado ha existido siempre, donde muchas de las
masacres y torturas llevadas a cabo por los paramilitares han contado con la
participación directa o la complicidad de miembros del ejército, la policía,
políticos, gremios económicos, medios periodísticos que se refuerzan hoy en el
cauce electoral, cuyos hombres están encerrados en la gran fronda de un gran
bosque electorero. El capitalismo global con sus tenazas fascistas extiende una
guerra, no solo en Colombia, sino en algunos lugares de América Latina. Un
poder de control, un modo de gobernanza en toda una militarización de una
sociedad, esa que justamente se halla en la línea débil de una supuesta
“democracia”. En ese trazo, se empiezan a saberse ciertas verdades.
Las
fuerzas paramilitares tienen la misión de aplicar una violencia instrumental de
Estado, hacia una construcción de una para-criminalización enfocada al pensamiento crítico. Ésta vierte expresiones cotidianas, pensamientos
reguladores, estigmatizantes, al
servicio de todo un “pensamiento fascista“. Se vehicula
todo un control social y político,
todo un “corpus territorial”, donde opera una clase dominante.
El
indígena Nasa, Feliciano Valencia -condenado a 18 años de prisión- es un vértice en el gran iceberg de la onda
solapada que extiende la dirigencia
represiva en los organismos del gobierno que ampara el presidente Juan
Manuel Santos. Estos organismos vertidos, políticamente corruptos y represivos, están al
servicio de una para-criminalización.
Feliciano,
luchador indígena, comunero de gran solidez para defender los territorios
indígenas de terratenientes, narco-paramilitares, opositor al modelo extractivista
de la zona indígena del Cauca, hoy día está sometido a todo el corpus político de dominación y
represión del Estado para-criminalizado. Él, como comunero, es una instancia del pueblo
Nasa, aguerrido, defensor de la autonomía y el territorio en un espacio
político: la defensa por la pervivencia
de los derechos consuetudinarios. Hoy día, una vez más, es señalada esta
defensa bajo una acción punitiva hacia Feliciano
Valencia y el movimiento comunero
indígena. Es claro que de un lado Santos habla de paz con los movimientos
insurgentes, y del otro normaliza extremas formas de represión, a cualquier precio,
no importa el trazo a lo que se tenga que llegar con los líderes del movimiento
social en Colombia.
La
diferencia entre el fascismo y la para-criminalización no es el mecanismo que
los produce, sino dónde se producen. El mecanismo es similar y se puede ver
dónde está su origen y su naturaleza misma: el Estado. La para-criminalización imprime
a ese tiempo-homogéneo esta senda, propia del fascismo; garras de tigre que
salta a recobrar el pasado: irrumpir en
el corazón central de la gobernanza para viabilizar una violencia
de Estado, instalar el terror, bajo una “economía moral”. Esa economía del
sujeto en el laberinto del olvido, es condición amenazadora y por qué no,
violatoria de la condición humana en términos reguladores. Así como va Colombia, se preguntaría uno: ¿Para qué diablos
los colombianos habrían de querer la paz como la propone Santos? Que se sepa,
en Colombia, el tiempo-presente impone el hambre, la corrupción, las falsas judicializaciones,
miles de presos políticos, desterrados de
la tierra, imposición de circuito de mercados transnacionales, asesinatos selectivos,
normas represoras, legislación punitiva para expresarse, circuitos de desapariciones
uno a uno; a diestra y siniestra esto continúa como tendón de la historia,
propiciado por los organismos del Estado nacional. -¿Entonces de qué paz está
hablando con los movimientos insurgentes?-. Así como va Colombia, se repetirán
los hechos, y el filósofo Schopenhauer se quedará atrás frente a los
acontecimientos de no-repetición. Ante esto, cabría especular, ¿¡será que en el
horizonte se prenderá una nueva hoguera emancipadora, como un nuevo cauce de
rebelión!?
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