Mientras el circo del fútbol moderno discute sobre quién fichará a cuál jugador o cuáles son los
guayos de la temporada, algunos discretamente ponemos el retrato de un vasco calvo y gordito en nuestro santoral de los futbolistas literalmente zurdos.
2016/ Enero 25/ Por: Lucas Carvajal
Quique
Peinado, periodista deportivo español, lanzó en 2013 el interesante libro
“Futbolistas de izquierdas”. Se trata de una muy buena recolección de relatos
sobre jugadores de balompié que, de una manera otra, escribieron con la zurda
su vida política. El primero de ellos empieza con una frase digna del
dramatismo que solo el fútbol nos regala: “Si los comunistas creen que el
fútbol es el opio del pueblo, el Partido Comunista de España en los 60 era un
campo de amapolas”.
La
historia en cuestión es la de Agustín Gómez Pagola, ciudadano de la República
Española, nacido en 1922 en la ciudad vasca de Rentería. En plena Guerra Civil,
el adolescente Agustín huía a la Unión Soviética para salvar su vida: fue uno
de los famosos niños de la Guerra, cientos de jóvenes de familias republicanas
que marcharon a Moscú ante la inminencia de la victoria franquista.
En
la URSS, Agustín se convirtió en un ejemplar futbolista del naciente sistema
deportivo socialista, jugando con el Torpedo de Moscú y con la selección
soviética. Goleador, capitán y stajanovista de las canchas, al lado de sus
méritos deportivos guardaba Agustín un honor mucho más discreto: era militante
del Partido Comunista de España en el exilio y organizador clandestino de una
militancia desperdigada por el mundo entero. Mientras viajaba con su club o su
selección, nuestro héroe militaba silenciosamente en el exilio comunista
español.
Después
de inscribir su nombre con letras doradas en la historia del Torpedo de Moscú,
un Agustín mayorcito volvió a España tras ser fichado brevemente por el Atlético
de Madrid. Corría el año del 56 y Franco abría las puertas para quienes
quisieran huir del país de los Soviets. Entonces la clandestina militancia
comunista de nuestro héroe encontró la mejor tapadera posible: las rayas
rojiblancas del equipo colchonero.
Ya
retirado de la práctica profesional, Gómez Pagola se dedica a entrenar equipos
de juveniles en Euskadi mientras organiza y coordina a la resistencia comunista
vasca, siempre en silencio, sin notoriedad alguna. En 1961 es capturado por las
fuerzas de seguridad, torturado y liberado gracias a una campaña internacional.
Exiliado en Venezuela, continúa en el trabajo internacional de su Partido,
siendo integrante del Comité Central.
Con
la aparición de la tendencia eurocomunista en los partidos de Europa
Occidental, Gómez Pagola se ubica en el bando de quienes la rechazan y se
enfrenta decididamente a Santiago Carrillo en el Comité Central del PCE.
Carrillo, secretario general, promueve el antisovietismo y la concertación
política. En 1969 la lucha interna lleva a que el sector eurocomunista expulse
a los dirigentes del sector marxista-leninista, Gómez Pagola incluido. La
llamada “escisión pro-soviética” de la que Agustín participa, conformaría el
Partido Comunista de España (VIII-IX Congreso) del que surgiría el actual
Partido Comunista de los Pueblos de España. En 1975, atacado por una enfermedad
terminal, fallece nuestro héroe en Moscú. Sus restos descansan en el cementerio
de Donskoi, paradójicamente cerca de la tumba de Solzhenitsin. La vida de
Agustín Gómez Pagola, repleta de peligros y de sacrificios, contrasta
radicalmente con los arquetipos de futbolistas que se nos presentan día a día.
La última entrega del Balón de Oro es paradigmática: jugadores-modelos pisan la
alfombra roja, saludan a sus patrocinadores y llenan los bolsillos de sus
representantes.
¿De
qué era producto Gómez Pagola? ¿De los horrores de la Guerra Civil y el
franquismo? ¿De la férrea cultura conspirativa de los comunistas de la
posguerra? ¿De la Guerra Fría? Seguramente algo habrá de cada uno de estos
elementos. Pero un fútbol ajeno a mercantilismos, afín al sentir colectivo de
los clubes y los seleccionados, algo habrá tenido que ver.
Y
así, mientras el circo del fútbol moderno discute sobre quién fichará a cuál
jugador o cuáles son los guayos de la temporada, algunos discretamente ponemos
el retrato de un vasco calvo y gordito en nuestro santoral de los futbolistas
literalmente zurdos. Sí, allí, al lado de la foto del Doctor Sócrates que
exigía ganar o perder, pero siempre en democracia. O de la de ese Cantoná
enemigo del capital financiero. O arribita de la de Caszely negándose a darle
la mano a Pinochet. Y así, entre tantos héroes y de tantos sueños de alcanzar
de un fútbol distinto, nos comprometemos en ser militantes de la talla de
Gómez Pagola.
*Lucas
Carvajal es integrante de la delegación las FARC que adelanta con el Gobierno
colombiano el proceso de paz que se desarrolla en La Habana.
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