Detenido y torturado por informar con objetividad sobre la barbarie israelí, Muhammad Al-Qiq decidió ponerse en huelga de hambre el pasado 25 de noviembre para denunciar al mundo su situación.
2016/ Febrero 1/ Internacional/ Por: Carlos Aznárez
Un llamado urgente en
defensa del periodista palestino que está al borde de la muerte
Por
favor recuerde su nombre. Se llama Muhammad al-Qiq, tiene 33 años y se está
muriendo en la cárcel cumpliendo una huelga de hambre. Es periodista y ejerce
la profesión en Palestina, un territorio ocupado y horadado por la violencia
del invasor israelí desde 1948. Una nación que ha sufrido todo tipo de
atropellos década tras década, y que por estos días asiste a una nueva vuelta
de tuerca de la represión sionista contra quienes se rebelan a su dominio. En
Gaza y en Cisjordania, miles de jóvenes protestan de diversas formas, y muchos
de ellos son asesinados vilmente. Otros son detenidos. Todo ello frente al
silencio de la mal llamada “comunidad internacional” o la manipulación de los
medios corporativos, que no es lo mismo pero es igual.
Sin
embargo, no todos callan. Muhammad Al-Qiq, como haría cualquier reportero que
se respete a sí mismo, venía informando día a día para el canal “Al Majd”,
sobre lo que veían sus ojos y sentía su cuerpo, con sólo dar un recorrido por
las calles de Ramalah o de Jerusalén: niños golpeados y detenidos por arrojar
piedras contra tanques, mujeres jóvenes asesinadas a las que se les “planta” un
cuchillo para justificar el crimen, campos con cultivos de olivos arrasados,
casas demolidas por pura venganza, ciudades como Hebrón o campos de refugiadas
como Jenín, bloqueados militarmente y su población sufriendo todo tipo de
humillaciones.
Precisamente,
el informar con objetividad sobre la barbarie israelí, es el “ delito” por el
que fue detenido y torturado Al-Qiq hace tres meses en su casa de Ramallah.
Numerosas denuncias de organismos de derechos humanos palestinos e
internacionales advirtieron que el periodista fue colocado en una posición
conocida como la banana -con la espalda sobre una silla y atado de pies y manos
por debajo de la misma–, permaneciendo en una posición forzada durante 15 horas
en las que sufrió violencia sexual por parte de los interrogadores. Luego de
sufrir esas sevicias lo enviaron a una de las tantas cárceles-tumbas que Israel
posee para martirizar aún más a un pueblo que no está dispuesto a bajar la
cabeza ante su prepotencia.
Pero
hay algo más, Al-Qiq, como tantos otros palestinos y palestinas sufre un tipo
de detención que se denomina “administrativa”, una figura que permite a las
autoridades israelíes mantener bajo custodia indefinidamente a miles de “
ospechosos” sin presentar cargos ni iniciar un proceso judicial, como hacen
habitualmente las dictaduras militares. Frente a esta injusticia y convencido de
que si no luchaba por su libertad su suerte estaba prácticamente echada, este
joven periodista decidió ponerse en huelga de hambre el pasado 25 de noviembre,
para denunciar al mundo su situación. A partir de ese momento se intensificaron
las medidas represivas y de presión contra el detenido. En dos oportunidades,
el 30 de diciembre y el 17 de enero, jueces sionistas prorrogaron su
encarcelamiento y rechazaron la apelación presentada por los abogados del
Al-Qiq. Su situación de salud comenzó a agrietarse, y en un momento las
autoridades israelíes decidieron trasladarlo al centro médico de la ciudad
israelí de Afula, donde el colega detenido ratificó su voluntad de continuar la
huelga de hambre “hasta conseguir mi libertad”. Si esto no sucediera “estoy dispuesto
a morir”, expresó.
Muhammad
Al-Qiq ya lleva 64 días peleando por su dignidad, negándose a recibir vitaminas
ni tratamiento médico. Quizás evocando el martirio por el que pasó hace décadas
otro luchador como él, pero irlandés, llamado Bobby Sands, ha planteado
claramente que no quiere que se lo alimente contra su voluntad. Pero estar
preso en Israel significa bordear la orilla del infierno en la tierra, y es por
eso, que le fue impuesto a Al-Qiq otra forma de tortura. Permaneció cuatro días
atado de pies y manos a una cama, consciente, mientras enfermeros militares le
inyectaban líquidos a la fuerza. Ahora directamente lo han amenazado con
empezar alimentarlo aplicando esta metodología, algo que él y sus defensores
han repudiado enfáticamente.
Desde
Argentina, la tierra que vio nacer y caer en combate a otro periodista ejemplar
como Rodolfo Walsh (ejemplo entre otras cosas, de solidaridad con Palestina) va
este mensaje de urgencia para que en Latinoamérica y el mundo, allí donde haya
personas que crean que los derechos humanos son una propuesta de autodefensa
frente a la barbarie, nos movilicemos por la vida y la libertad de Muhammad
Al-Qiq. Él, con su actitud valiente pone sobre la superficie un escenario en el
cual miles de presos y presas palestinas, muchos de ellos niños niñas, se
encuentran como rehenes de las tropas de ocupación de su pueblo.
No,
no es una nota más la que estoy escribiendo, sino la expresión epistolar de un
grito de impotencia frente a lo que no debería ser irreversible: SALVEMOS LA
VIDA DE MUHAMMAD AL-QIQ y la de tantos hombres y mujeres palestinas que viven
en estado de excepción.
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