En medio de la lucha desigual con las grandes corporaciones mediáticas como RCN y Caracol, nos dedicamos a tomar aguardiente caqueteño y cerveza en las noches como terapia frente a la adversidad.
Por: Alexander Escobar
FIPU | FOTO: FARC
“Amigo
periodista no hay”, escuché en La Habana cuando en 2015 fui enviado por la Agencia
de Prensa Alternativa (APA) a cubrir los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano
y la guerrilla de las FARC. La frase provino de un amigo, quien terminó
comprobándola al quedar en una situación incómoda por una pregunta que jamás me
respondió mientras teleSUR transmitía en vivo y en directo, una pregunta que un
amigo jamás haría. Días después, con Ron Santiago, amigo y respuesta quedaron solucionados.
Hace
pocos días, la frase volvió al ataque. Enviado por la Federación de Prensa de
los Pueblos (FIPU) a cubrir la X Conferencia de las FARC, llegué a los llanos
del Yarí colombiano después de casi un día de viaje. Varios días más tendrán
que pasar antes que pueda regresar a casa…
La
conferencia es la última de las FARC con armas, y la primera donde la prensa tiene
acceso. Entrevistas y búsquedas de primicias componen la cacería sin cuartel de
cerca de 300 periodistas que llegaron a cubrir la despedida de la lucha armada
de las FARC y su transición a partido o movimiento político. Algunos somos más
tranquilos y, en medio de la lucha desigual con las grandes corporaciones
mediáticas como RCN y Caracol, nos dedicamos a
tomar aguardiente caqueteño y cerveza en las noches como terapia frente a la
adversidad.
En
terapia me encontraba una de esas noches. Y por puro accidente terminé
compartiendo mesa con “Robinson 22”, uno de los 24 prisioneros políticos de las
FARC que el Gobierno autorizó para salir de la cárcel y asistir a la
conferencia. Sin mayor esfuerzo, me encontraba con uno de los prisioneros que
los medios buscaban para entrevistar.
A
los pocos minutos compartíamos unas copas y hablábamos de su vida. Sin saberlo,
había recurrido a una de las mejores herramientas del periodismo “investigativo”:
el aguardiente y la cerveza, “donde amigo periodista no hay”; y todo sin
necesidad de entrevistarle.
De 22 años en la
cárcel, 9 han sido en el calabozo
Solo
hay una cárcel donde Robinson no ha estado recluido: la cárcel de Jamundí (Valle
del Cauca). En 22 años de presidio, varios traslados injustificados, y otros
producto de intentos de fuga casi logrados, lo llevaron a un recorrido por distintos
centros penitenciarios donde hoy es reconocido como un líder que lucha por los
derechos de las prisioneras y prisioneros, sin importar su condición política o social.
Paramilitarismo,
violación de Derechos Humanos por parte del INPEC (Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario) y condiciones infrahumanas en las cárceles, son razones
para que Robinson se rebele a diario recibiendo como castigo un acumulado de
casi 9 años en el calabozo de los 22 que lleva preso. Huelgas de hambre y
jornadas de desobediencia civil, son algunos tipos de protesta que lidera reclamando
condiciones dignas para los prisioneros de Colombia, que mueren por falta de
atención médica.
Pero
Robinson no solo es reconocido en las cárceles colombianas. Integrante del
Bloque Oriental de las FARC, también es admirado por la guerrillerada, especialmente
por los jóvenes que no pararon de acercársele mientras dialogábamos
lúdicamente. “Viejo Robinson, usted sabe que puede contar con las nuevas generaciones
del Bloque Oriental pa’las que sean”, le dijeron durante toda la noche.
En
cada oportunidad, el “viejo Robinson” siempre tomaba alguna foto para mostrar a
sus compañeros de cárcel. Recuerdo una en especial. Nuestro corto presupuesto
solo había alcanzado para unas cuantas cervezas. Pero a la hora de acomodar el
set, tomamos todas las latas vacías de la mesa y adornamos la foto como si lleváramos
varios días tomando. La foto que puede parecer tonta y de borrachos, es solo la
necesidad de retratar la libertad en cualquier instante, o microsegundo.
Robinson
todo lo hacía con intensidad, como un niño que está conociendo el sabor del
licor, que está aprendiendo a mover el cuerpo para bailar, que grita mientras
aprende a cantar. Verle es un renacer.
La
cerveza se acaba. Y finalmente me recuerda que regresará a la cárcel para
socializar las conclusiones que saldrán de la conferencia. También me dice que
las FARC son una organización seria, que confía en sus comandantes y
decisiones. Volverá a la cárcel el 25 de septiembre, ese es el compromiso con
el Gobierno. Frente a su libertad, solo expresa que le gustaría quedarse, junto
a sus compañeros, un día más en los llanos del Yarí.
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