En medio de una selva espesa de gigabytes, el submundo de rutas y trochas de mi computador estrena carpeta. Y no exagero. Hallar el camino a Narnia o Mordor resulta más fácil que encontrar un documento en ese tsunami de información que supera a WikiLeaks. No obstante, hay cosas que no supera. El descaro de negar el daño ambiental
ocasionado por la multinacional Smurfit Kappa Cartón de Colombia, es algo que le sobrepasa, y atropella la sensatez y dignidad del pueblo palmirano que sufrió la avalancha del río Nima el 20 de marzo.
‘Smurfit’ es la nueva carpeta. Aunque confieso que también pudo llamarse ‘Ceguera’ o ‘Impunidad’ en recordación a la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), máxima autoridad ambiental que no ha detectado que Smurfit viola el decreto 1449 de 1977, emitido por el Ministerio de Agricultura, que obliga a no sembrar en un margen inferior a 30 metros del cauce de ríos y fuentes de agua. El corregimiento de Tenjo, zona rural de la ciudad de Palmira (Valle del Cauca), es uno de los lugares donde la multinacional depreda sin control.
‘Smurfit’ es la nueva carpeta. Aunque confieso que también pudo llamarse ‘Ceguera’ o ‘Impunidad’ en recordación a la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), máxima autoridad ambiental que no ha detectado que Smurfit viola el decreto 1449 de 1977, emitido por el Ministerio de Agricultura, que obliga a no sembrar en un margen inferior a 30 metros del cauce de ríos y fuentes de agua. El corregimiento de Tenjo, zona rural de la ciudad de Palmira (Valle del Cauca), es uno de los lugares donde la multinacional depreda sin control.
Es
difícil saber por qué la CVC no ve lo que fácilmente se confirma en las veredas de Tenjo. Por eso toca formular hipótesis
temerarias: quizá sea porque sus oficinas
albergan algún virus psicodélico que ataca los ojos de sus funcionarios hasta
provocar visiones que presentan ecosistemas intactos donde Smurfit ha
depredado a menos de treinta metros del cauce de fuentes hídricas.
Por
fortuna cuando con REMAP visitamos la
zona, lo hicimos con cámaras, previniendo que, si un virus de este tipo nos atacaba,
el registro audiovisual aportaría una segunda opinión.
De
la visita surgió un reportaje, ‘Smurfit y la avalancha del río Nima’,
con imágenes que constatan la
depredación ocasionada por esta multinacional en un margen inferior a treinta
metros de las fuentes de agua, y con testimonios de la comunidad que dan fe
de lo que ocurre en la zona.
Sin
embargo, a pesar del registro audiovisual, hay quienes piden pruebas. Algunos
lo harán por ingenuidad, otros por rigurosidad, pero también sabemos que ello
surge de quienes evaden su responsabilidad para tomar medidas contra Smurfit.
A
las instituciones y autoridades ambientales que solicitan más pruebas, es la
comunidad la que ahora les exige pruebas de obrar con ética en beneficio del
pueblo palmirano. Y una buena forma de hacerlo es conformando una comisión integrada por organizaciones sociales,
ambientales, expertos independientes e instituciones del Estado para visitar la
zona, porque el reportaje de REMAP es
solo la pequeña parte de una tragedia que supera los encuadres y baterías de nuestras
cámaras, y que sobrepasa la capacidad de mi nueva carpeta para albergar información.
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