Una paz que se olvida del cine, es una paz que abandona su memoria, y de igual manera deja de contar su historia. Colombia es un espejo de esa tragedia. Aunque hay trabajos importantes, lo cierto es que su historia no ha sido contada a través del cine.
Para
no pasar por alto esta tragedia, durante varios días la directora de cine Ana
González permaneció en la zona veredal de La Elvira, ubicada en el municipio de
Buenos Aires en el departamento del Cauca, donde excombatientes de las FARC transitan
a la vida política, social, económica y cultural del país.
“El
cine siempre va hacia el lado de la academia o el lado del entretenimiento,
pero nunca va a los lugares a donde se tienen que contar las historias y a
donde se tiene que crear un archivo de esto”, explica la directora.
Varios proyectos adelanta la joven cineasta: el ‘Cine club mujeres empoderadas, mujeres cineastas’, el ‘Taller de correspondencias laboratorio cinematográfico’, y el ‘Cine como arma revolucionaria’, son algunos de los trabajos con los que viaja, siempre acompañada de la Muestra Internacional ‘Mujeres, subversión en la imagen experimental en movimiento’. Todos sus proyectos están enfocados a la construcción de archivo audiovisual y fortalecimiento de la memoria.
“Aquí,
en la zona veredal (de la Elvira) tienen muchísimo archivo y tienen muchísimas
historias que contar, tienen una memoria que los medios de comunicación están
invisibilizando; los medios de comunicación, la pedagogía, el mismo Gobierno
está negando que ellos y ellas cuenten sus historias. Entonces es súper
importante que las personas tengan un acceso a esa información y un acceso a
ese conocimiento”.
Mientras
estuvo en la zona, Ana viajó y caminó por el territorio desarrollando
actividades en veredas y corregimientos, sin dejar de lado otro de los
objetivos de su trabajo: recuperar la memoria e importancia de la mujer en la
historia del cine y la sociedad. Por ello nunca olvida a Alice Guy, primera directora
de cine que, en abril de 1896, con su película El Hada de las Coles, dio vida
al cine de ficción. Sin embargo, su nombre, al igual que el de otras mujeres,
estuvo desaparecido de la historia.
“A las
mujeres nos ven como madres, como hijas, pero nunca como artistas, como
creadoras, como directoras, como eso… Siempre estamos invisivilizadas. Las
mujeres no ocupamos una cuota dentro de la historia, y nunca nos quieren poner
dentro de los libros y en ese tipo de cosas”.
Gracias
al cine, comunidades y excombatientes de la guerrilla compartieron experiencias
y saberes. Yuheni Izquierdo, exguerrillera de las FARC, cuenta cómo conoció a
Ana.
“Cuando
yo me encontré a Ana, ella me comentó que trabajaba con mujeres, sobre todo
defendiendo los derechos, mostrando que hay una forma de ver el cine también
para articular en los territorios. Y eso me llamó la atención. Y como yo
siempre he estado haciendo lo mismo, avanzando con las mujeres de los
territorios, me pareció que teníamos unas ideas muy particulares”, recuerda
Yuheni.
Las
FARC ahora convertido en partido político, como Fuerza Alternativa
Revolucionaria del Común, igualmente enfocan su trabajo hacia la cultura y en realizar
pedagogía sobre el Acuerdo de Paz. Implementando cine-foros en veredas y
corregimientos adelantan actividades con las comunidades para defensa de los
acuerdos que hoy el Gobierno incumple.
En
las FARC, manifiesta Yuheni, “siempre hemos pensado que es importante que
sigamos produciendo esos cine-foros que sirven como forma de enseñanza
didáctica, que por medio de ellos podemos impulsar y articular el proceso de
las mujeres en los territorios”.
Durante
varios días las imágenes en
movimiento fueron detonante de ideas y resistencias para comunidades y
excombatientes que, ahora, también son comunidad. Con experiencias, nostalgias,
alegrías y afectos inesperados el cine sacudió sus vidas.
Para
Yuheni, las experiencias con el cine le enseñaron “que hay otra arma más
potente para mostrarla a los territorios que se puede hacer por medio de un
celular, para grabar en una cámara; o sea, que no lo desconocíamos pero que
juntas hemos intercambiados saberes y es muy atesorable”.
Ana
González, también expresa cómo la afectó la experiencia:
“Para
mí fue también súper poderoso encontrar más mujeres en las resistencias y en
las luchas, sobre todo con Yuheni encontrar una mujer que ha pasado por diferentes
cosas que deja una guerra y que, a pesar de eso, es una persona valiente que
todavía sigue luchando y que tiene la sororidad, tiene la sororidad en el
sentido de que se articula con otra mujer y más mujeres para hacer cambios
entre nosotras mismas”.
Es
claro que hoy el cine además debería sacudirnos al saber que las FARC
cumplieron al dejar las armas, mientras el Gobierno incumple los puntos del
Acuerdo de Paz y permite que el paramilitarismo asesine a líderes sociales y
excombatientes.
¿Saldará el cine
colombiano su deuda con la memoria, con la historia del país, y documentará
oportunamente estos hechos? Es momento que la imagen salga de la quietud y recobre
el movimiento en favor de la vida y derrote al silencio, esa petrificación
cómplice de quienes se vendieron a la infamia y censura de un modelo político y
económico que impone solo muerte y miseria
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