- Neo: ¿Por qué me duelen los ojos?
- Morpheus: Porque nunca los has usado.
The Matrix, 1999
El espejismo de una sociedad presentada como democrática impone imágenes de un mundo ajeno al que se vive, a manera de realidades virtuales que predican cambios bajo la ilusión de un pacifismo estéril. Asistimos a un orden social prefabricado donde los territorios mentales de grupos humanos y comunidades fueron invadidos, colonizados y dominados hasta devenir en mansedumbre que acepta condiciones de vida infrahumanas como un
hecho normal.
English version: Virtual Democracy
English version: Virtual Democracy
El
hambre, causa objetiva y análisis de movimientos revolucionarios que pensaron
que crearía condiciones para levantamientos populares, hoy se calma no con
comida y sublevación, sino con programas asistencialistas que construyen una
sociedad de mendigos que besan la mano del amo que les da las sobras que caen de
su mesa.
Italian version: Democrazia virtuale
La democracia, convertida en falsedad política, es mutación de un invento mediático que aplica control social a poblaciones que terminaron creyendo que los países se transforman sin luchas de pueblos y comunidades que arriesgan la vida en acciones de hecho contra el Estado. Así construyeron modelos mentales para sociedades que olvidan las luchas de sus muertos, a quienes en vida solo profesan odio porque osaron profanar al nuevo ídolo de la mansedumbre: aquella democracia virtual que impone pacifismo a sus súbditos, mientras despliega violencia contra quienes cuestionan a las estructuras de dominación y clase política enquistadas en el Estado.
Sin
importar bajo qué discurso opere, la democracia virtual siempre trae muerte. Sea
de paz o guerra el guion representado, asesinar a la oposición política no es
una escena opcional a elegir, es regla general que sostiene en el poder a la
clase política que se turna el trono con imágenes de palomas blancas o escenas
de fusiles y camuflados. Son giros dramáticos del libreto de la infamia
emocional que juega con sus súbditos, imponiéndoles odio y sangre durante un
periodo de tiempo y luego olvido a nombre de la paz. Pero el odio nunca
desaparece. Éste se mantiene como personaje que interpreta el papel de la
estigmatización que justifica represión y muerte.
Protesta,
rebeldía y levantamientos populares reciben sentencia de muerte social. El
pacifismo convertido en mansedumbre de la democracia virtual proscribe las
tomas de vías y calles, y toda acción de hecho que confronte con la fuerza a la
clase política que gobierna. Dominando lo más íntimo, desde el núcleo familiar
la protesta y la rebeldía son satanizadas y transformadas en vergüenza, en formas
de vida socialmente incorrectas que deben ser repudiadas y castigadas.
Generación tras generación bebe de esta doctrina, reproducida desde la familia,
que acepta la represión como un hecho necesario y los crímenes contra la
oposición política como eventos sin importancia dentro de la agenda de
estigmatización y odio que rinde culto a la muerte.
Bajo
este escenario, reflectores y luces del pacifismo y la mansedumbre se mezclan
desmovilizando las luchas contra el opresor que viste de democracia, y que
intacto sonríe luciendo el traje que esconde las formas más viles y
sanguinarias que sostienen la iniquidad del orden político neoliberal.
Pero
las luces no ciegan por completo. Parte del público abandona el espectáculo. Los
asientos lentamente son desocupados. Y lejos de toda mansedumbre, los discursos
de no violencia se muestran estériles, como una ilusión servil a la tiranía que
recrea experiencias y personajes foráneos para realidades distintas donde las
armas, el paramilitarismo y el control social tecnificado (enfocado a los territorios
mentales) aprendieron a contenerles sin mayor esfuerzo; discursos de no
violencia que terminan arremetiendo solo contra las víctimas que responden con
fuerza a la violencia de un Estado que nunca renuncia a desplegarla contra el
pueblo.
Por
fuera del espectáculo de la democracia virtual, el influjo de la mansedumbre no
llega a pueblos y comunidades que se apartan del libreto de derrota y
resignación que impone la tiranía. Así la opresión, que presume controlar y
acabar con toda rebeldía, termina confrontada en calles y espacios cotidianos. Sin embargo, son luchas desiguales donde la victoria no siempre llega para el
pueblo, dejando la historia a merced de los verdugos que escriben y engalanan
sus infamias. Pero para el pueblo no importa las veces que se ufanen de victorias que no
merecían, porque sabe que, con cada línea escrita, con cada libro publicado, al final los tiranos solo están
escribiendo el aplazamiento de su derrota.
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