En la comunicación alternativa resulta habitual llegar con lapiceros y aerosoles en las manos y, al poco tiempo, terminar con una cámara grabando documentales y protestas. De igual modo no es difícil descubrir que los medios alternativos, quizás en un 99%,
están conformados por personas que no han pasado por escuelas de periodismo o comunicación social. Lo bello de estas particularidades invitan a pensar la comunicación
alternativa como una vivencia, antes que representarle bajo definiciones y
conceptos.
Debates y discusiones
han surgido alrededor de qué puede definirse como medio popular, como medio
alternativo… del mismo modo que surgieron preguntas sobre si es mejor ser
popular que alternativo. Aunque esto ayudó a desnudar la instrumentalización
que, en algún momento, movimientos y organizaciones sociales daban a los medios,
en tanto que los limitaban a la reproducción de comunicados, eventos y líneas
ideológicas, con el tiempo las discusiones se distanciaron de buscar elementos
comunes que posibiliten puntos de encuentro mínimos.
Buscando en lo sencillo
Sucede con frecuencia
pasar por alto aquello que está cercano: la inmersión en lo complejo, muchas
veces, luego de llevarnos a hallazgos importantes, finalmente nos deja en una
fosa donde cada quien gira sobre sí mismo presumiendo de conceptos que se erigen
como imperios inexpugnables, cercados por intelectuales, convertidos en comité
de aplausos, que refuerzan sus murallas con artimañas del lenguaje.
El poder hablar
de ello es una consecuencia de la literatura. En una época de escribir ensayos,
citar autores, y ser esclavo de estándares académicos de las normas APA (American
Psychological Association), en algún momento realicé un giro dramático y terminé encontrándome con
las palabras de Oscar Wilde: “Adoro los placeres sencillos, son el último
refugio de lo complejo” (Una mujer sin
importancia, 1893).
Desde entonces la
mirada sobre las cosas cambió, sin entendimiento pleno de ello, pero tratando de
vivirlo, del mismo modo que ahora pueden vivirse las discusiones sobre la comunicación
alternativa y popular.
Alternativo y popular
Nunca he concebido “lo
alternativo” por fuera de “lo popular”, y nunca he visto lo popular como algo
ajeno a lo alternativo. Más que pertenecer a una época, o a una generación, hago
parte de una tradición de luchas que vive lo alternativo como escenario para la
transformación de la sociedad, y que siente en lo popular los rostros donde habitan
las luchas, el sudor y sangre del pueblo.
En este sentido, tanto
en lo alternativo como en lo popular vivimos implícita la lucha por cambiar las
condiciones de vida de la sociedad, del pueblo. Este factor de alto contenido
político es quizá un punto de encuentro fundamental cuando hablamos de
comunicación popular y comunicación alternativa, puesto que sus experiencias están
ligadas a la lucha contra las estructuras de poder que mantienen el statu quo.
Sin embargo, con el
tiempo, discursos de la academia se amoldaron a las imposiciones provenientes del
dinero de la cooperación internacional, representado en líneas de trabajo de oenegés
e instituciones que financian tesis de grado, investigaciones y proyectos, en
su gran mayoría, con incidencia en poblaciones del sector rural.
De este modo, lo
alternativo y popular quedó convenientemente amoldado a “lo comunitario”, “lo
ciudadano”, “lo autónomo”, “lo propio”, en una generalización de
interpretaciones, conceptos y definiciones que le presentan solo como
experiencias comunicativas internas de comunidades y grupos humanos en relación
a sus saberes, contextos y cotidianidad.
Aunque visibilizar,
conocer y aprender de estas experiencias es de vital importancia, además porque
pueden encontrarse prácticas contrahegemónicas, hablar de comunicación
alternativa y popular implica abordar la lucha contra los intereses
particulares de una clase dominante perpetuada en el poder, gobierno tras
gobierno, a través de un Estado cuyo modelo político y económico se sostiene
gracias a la barbarie e iniquidad.
Recordemos que algo similar
sucedió con la Educación Popular. Al existir una preocupación por tratar de definirle
de forma “correcta”, en muchos sectores de la academia le redujeron a
experiencias educativas y pedagógicas descentralizadas, al tiempo que fue
vaciada de toda intencionalidad y decisión política de su propuesta “popular”. La
Educación Popular más que un método, una pedagogía, surgió como propuesta política
de lucha contra el sistema, contra el statu quo desde la educación.
Por eso quizá sea
momento de volvernos a lo sencillo, de escapar por instantes de la complejidad
de conceptos y definiciones, y dedicarnos a contemplar el rostro del pueblo
para hallar en lo popular y alternativo un punto de encuentro de sus luchas.
Es momento de concentrar la mirada en las experiencias: en qué hemos fallado y
por qué reincidimos en lo mismo; qué nos ha faltado; en qué hemos tenido éxito…
El momento de pulir
conceptos sobre la disputa del poder desde la comunicación alternativa y popular
puede esperar; es momento de plantear y replantear estrategias, de redefinir el
curso de la historia a partir de la experiencia y no a partir de conceptos que
empezaron a suplantar al pueblo y su memoria.
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