“El amor por el prójimo” resultó ser solo un discurso que adorna iglesias y cultos religiosos. Lo que se ama se defiende, y defenderlo implica poner en riesgo nuestras comodidades en menor o mayor medida.
Pero esta es una sociedad carente de dignidad que no arriesga nada, que hoy nos deja a merced de la tiranía. El
silencio y falta de acción ante la injusticia, la corrupción y la infamia,
ahora nos lleva a contemplar escenas, propias de la ciencia ficción, donde la
sociedad es subyugada por grandes corporaciones financieras, o una casta
política, que oprime y controla su subsistencia.
Estamos
a merced de una economía depredadora que acumula riqueza en pocas manos, y que nunca
tendrá límites. Es una economía neoliberal que se apropia de lo público, de la
naturaleza, la educación y la cultura, que todo lo controla y explota para
generar ganancia sin importar a quiénes hay que destruir o matar.
Es
el pueblo al que destruyen y matan. Tierras, biodiversidad, ríos, empresas del
Estado, y cualquier tipo de economía -formal o informal- es devorada por el
modelo económico que mata de sed a niños y niñas en la Guajira, y que hoy también
mata de hambre a las familias de los vendedores ambulantes que son perseguidos,
declarados ilegales, y multados por el Estado colombiano.
Encontrarse
en Colombia escenas de gente multada por consumir alimentos a vendedores ambulantes, es encontrarse con un
sistema opresor y tiránico que solo se reproduce en la misma medida en que un
pueblo decide quedarse de rodillas.
Leer: Democracia virtual
Leer: Democracia virtual
Hoy
el problema en Colombia no es de construir o corregir leyes, sino de desobedecer
las que existen. Por fortuna en nuestro país hay voces disidentes y dignas que protestan
y se toman las calles: no son mayoría, pero su rebeldía supera el
arrodillamiento de millones.
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.