«El mandamiento de los antiguos despotismos era: “No harás esto y lo otro”. El mandamiento de los totalitarios fue: “Harás esto y aquello”. El nuestro es: “Eres esto”. Nadie que llega a este lugar se rebela jamás».
George Orwell, 1984*
De
la ciencia ficción heredé cientos de imágenes premonitorias que obsesionaron mi
vida. La relación con el cine, el teatro y la literatura siempre me llevó más
allá del arte, la estética, el placer y el entretenimiento. Una conexión casi
sobrenatural con sus autores, –ver a través de sus ojos, espíritus y visiones– provocó
que radicalizara posturas ante el inminente desarrollo de acontecimientos que
difícilmente se han logrado contener.
De
igual modo he tomado decisiones que solo logro justificar a mí mismo, sin
importar el razonar colectivo de organizaciones, partidos, movimientos y gente
muy cercana. Alejarme del consenso grupal y de lo que se ha denominado “políticamente
correcto”, lo he hecho cada vez que ha sido necesario para atender mi universo de
visiones premonitorias infestadas de sangre, muerte, miseria, tristeza,
desesperación y derrota.
La
resistencia a esas imágenes, o su contención hasta doblegarles por otras donde
la vida se imponga, me llevó a la creación de trincheras invisibles,
silenciosas, que evitan la desmoralización, pequeñas zonas de distensión donde
las luchas pueden recuperar el aliento para ganarle tiempo a la barbarie.
Sin
embargo, algunas no son tan invisibles y demandan sacrificar el ego, enfrentar
la vergüenza, y actuar de forma políticamente “incorrecta” con decisiones que
llevaron, por ejemplo, a votar por Juan Manuel Santos a la Presidencia (decisión
que evitó que la cifra de muertos y detenidos por montajes judiciales hoy fuera
mucho mayor, afectando a organizaciones sociales que ya, de por sí, están
sumamente golpeadas y tratando de no desaparecer).
También
hay otras decisiones donde la vergüenza se asume de manera personal, pues no
está dado que las imágenes premonitorias, la forma de aplazar o contener la
desmoralización y la barbarie, se manifiesten de igual modo en colectividades donde
prima la imposibilidad de asumir riesgos y crisis por fuera de estructuras predeterminadas,
algo que trae consigo el fracaso al momento de atender contextos específicos e
irrepetibles, tal como sucede confusamente en escenarios de época electoral.
Las
derrotas sufridas igualmente llegan con visiones nefastas, imágenes que por su
carácter repetitivo se enquistan en la psique cambiando solo de época o
momento: las mismas estrategias empleadas una y otra vez, gente reencarnando el
ego políticamente correcto de procesos ya fracasados en las ciudades, tan solo
provocan resistencia contra la lógica estratégica de quienes ya fracasaron de
manera reiterada. Aquí el carácter visionario de la ciencia ficción, sus
advertencias, ya no resultan necesarias, pues basta la experiencia para conocer
el desenlace…
Lo
anterior sucede mientras asistimos a una avanzada donde el miedo y sus ejércitos
poblaron la sociedad más allá del terrorismo de Estado. Es de recordar que los territorios
mentales fueron colonizados con décadas de envenenamiento mediático que afectó
a una inmensa mayoría que ya no requiere del miedo, de su manipulación, para apartarse
o estar en contra de quienes luchan por la libertad, la dignidad y la vida.
Bajo
estas circunstancias la idealización de sacrificarlo todo por una causa se nos
presenta como aquello que debe asumirse de manera literal pero responsable, sin
reducirlo al heroísmo y la cifra imparable de mártires que el terrorismo de
Estado acumula ante nuestra impotencia y enojo.
Es
por todos nuestros muertos, en honor a su memoria y herencia de luchas, que ahora
debemos comprender que sacrificar o arriesgar la vida no es darlo todo por una
causa. Darlo todo implica, en estos tiempos y contextos, sacrificar hasta la
reputación, confrontar egos propios y ajenos y asumir la vergüenza por el
bien colectivo, siempre sabiendo que los resultados serán de largo aliento, y donde
pocos sabrán que permitieron el continuar de las luchas presentes o la
resistencia de futuras generaciones.
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*La novela 1984 fue escrita por George Orwell entre
1947 y 1948, y publicada el 8 de junio de 1949.
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