“Porque mordaza
sos muchisimo más que un trapo sucio
con gusto a boca libre y a puteada
sos la ley malviviente del sistema
sos la flor bienmuriente de la infamia”
Oda a la Mordaza, Mario Benedetti
Tras la publicación del artículo “Las órdenes de letalidad del ejército colombiano ponen en riesgo a los civiles, según oficiales” (New York Times,
18/05/2019), en el que un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas denunciaron
tener órdenes de duplicar las bajas a cualquier costo, incluso si ello
implicaba aliarse con grupos criminales (el regreso a las políticas que
incentivaron las ejecuciones extrajudiciales conocidas como Falsos Positivos),
el ejército colombiano inició una cacería de brujas para identificar la
filtración, pues fuentes de alta confiabilidad aseguraron al diario El
Espectador que el Ejército colombiano estaría interrogando a 15 oficiales en la sede de la segunda división, para saber quién le dio la información al NYTimes.
Las filtraciones que recibió el NY Times también
fueron entregadas previamente a la Revista Semana, la cual decidió no
publicarlas, tras una comida en Palacio entre el presidente Iván Duque y los
dueños de dicha revista-Gabriel Gilinski y Felipe López, después de la cual se
dio la visita del saliente Secretario General de Presidencia Jorge Mario Eastman a la Revista Semana, en la que el funcionario
supo de la investigación. El Director de dicho semanario, Alejandro Santos,
familiar del ex- Presidente de Colombia, le explicó al medio La Silla Vacía en
el artículo "Semana tenía la investigación del New York Times”,
que la visita de Eastman se hizo por su
experiencia en asuntos de seguridad y defensa (fue viceministro de defensa de
Uribe dos veces). El periodista Daniel Coronell fue despedido de la revista
Semana dos días después de referirse a estos hechos en su columna “La explicación pendiente”, cuestionando el
ocultamiento en estos términos:
"¿Por qué Semana no publicó las directrices del
comandante del Ejército de Colombia que ordena a sus subalternos duplicar las
bajas y capturas, si esas evidencias eran conocidas por la revista desde
febrero? ¿Por qué Colombia y el mundo solo supieron por The New York Times que
las ordenes incluían la instrucción de "no exigir perfección" en el
momento de efectuar operaciones militares? ¿Por qué Semana no pudo concluir en
tres meses la verificación de autenticidad de los documentos que pudo hacer el
periódico estadounidense en unos días?".
A Daniel Coronell su ética y coraje profesional le ha
costado su tranquilidad y la de su familia, pues tuvo que exiliarse debido a los seguimientos, chuzaDAS y amenazas de muerte contra él y su familia provenientes del computador del ex-congresista Carlos
Nader Simmonds (quien estuvo preso en Estados Unidos por
narcotráfico, y es amigo cercano de Álvaro Uribe Vélez). Las investigaciones y
denuncias que realizó durante el gobierno de Uribe Vélez, y que comprometían al
gobierno colombiano, fueron el detonante de su exilio.
Los Corresponsales Nicolas Cassey (autor del artículo) y Federico Ríos del New York, tuvieron que abandonar el País, después
de que la Senadora María Fernanda Cabal del Centro Democrático, refiriéndose a
dicho artículo, los señalara de ser amanuenses de FARC, poniendo en grave
riesgo su vida, pues en Colombia, según el informe “TODOS LOS NOMBRES, TODOS LOS ROSTROS” de
INDEPAZ y Marcha Patriótica, tras la firma del Acuerdo de Paz han sido
asesinados 133 excombatientes y 681 personas líderes sociales y defensoras de
DDHH, quienes también fungían como voceros de sus comunidades. Cabal, recordada
por su frase “Es que el Ejército no está para ser damas rosadas, el Ejército es una fuerza letal de combate que entra a matar”, es
esposa de José Félix Lafaurie, político y actual Presidente de FEDEGAN, gremio
ganadero que -según los artículos “FEDEGAN y el conflicto armado” de Razón
Pública, y “Ex embajador Jorge Visbal Martelo a juicio”
de Verdad Abierta-, ha sido responsable de financiar el paramilitarismo y
beneficiarse con grandes extensiones de tierras despojadas.
Es inquietante que en Colombia se le niegue el derecho
a la información a la ciudadanía, y también que se usen mecanismos de censura
indirecta o represalias contra periodistas críticos. Estos no son hechos aislados:
desde hace décadas Colombia ha sido uno de los países más peligrosos para el
periodismo. Hay investigaciones que dan cuenta de la sistematicidad de este
fenómeno: “Un estado depredador de la Libertad de Prensa”
(Fundación para la Libertad de Prensa, 2017), el informe “La Palabra y el Silencio” (CNMH, 2015), “La
Prensa Silenciada” (Osuna, 2009), “La Espiral del Silencio” (Insuasti, 2018), son algunos de los títulos que recogen
la mordaza impuesta por el Estado y los paramilitares durante el conflicto y
hasta la fecha.
Desde el Observatorio Periodístico del Conflicto Armado
nos solidarizamos con todas aquellas personas que tanto en los grandes medios,
como desde los medios comunitarios, se juegan la vida en cada investigación, y
están comprometidas con la verdad en cada publicación.
Existen
en el Gobierno sectores que le tienen miedo a que se sepa la verdad del
conflicto armado, y recurren a prácticas que violan el artículo 20 de la
Constitución Política de Colombia, el cual establece como Derecho Fundamental,
que en este país “no habrá censura”. Solamente mediante la construcción de una verdad completa de los hechos del conflicto armado, de ayer y de hoy, se podrá construir una paz estable y duradera.
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