La salsa, una juntanza inquieta y rebelde
“La música es la mediadora entre el mundo
espiritual y el de los sentidos”, expresaba el genio Bethoven.
Por: Hota
La música como la exteriorización de las
emociones humanas, es poder exponer con ritmo, armonía, melodía y clave, para
nuestro caso, lo que llevamos adentro, sacar lo que nos regocija o agobia el
alma, lo que se quiere contar de lo cotidiano, en las malas o buenas jornadas.
La creación musical es un ejercicio
apasionado de mover y exaltar las emociones, es una creación cultural,
artística que trata sobre la realidad social de cada momento histórico en que
viven sus protagonistas. Y como expresión cultural y artística tiene en sus
cimientos una energía creadora y cuestionadora que se muestra comprometida con
su entorno, con el territorio y sus personas, donde la forma y el contenido son
los ecos de las vivencias y lugares comunes de los diferentes elementos
participantes.
Los ritmos de nuestra América no son ajenos a
este “patrón”, y menos en lo que en consenso llamamos salsa, entendiendo que el
término salsa es la expresión que aglutina diferentes géneros de ritmos
tropicales y del caribe que traen el calor de nuestros pueblos y la invitación
al movimiento, y que hoy en día hemos generalizado primordialmente por no
diferenciar entre lo que son un mambo, un guaguancó, un son, un chachachá, una
pachanga, un montuno, etc.
La salsa como manifestación cultural, generó
un movimiento social donde los actores principales son la gente excluida,
discriminada, oprimida y esclavizada del continente, donde son precisamente los
africanos esclavizados (y hay diferencias entre esclavos y esclavizados) y sus
descendencias en este continente, más los indígenas americanos perseguidos, más
el aporte europeo, que nos dan esa amalgama primaria para nuestra música
polirítmica.
La salsa era una creación de gente afligida,
emproblemada, necesitada, sin derechos, que inventaba cosas alegres, sentidas,
atrevidas, dicharacheras, optimistas, con fuerza, maña y contundencia. Música
también discriminada que llamaban “música de negros”, “música de maleantes”,
“música de pobres”, que dio identidad, dignidad y valentía a ese pueblo latino que
surgía en las décadas de los 50´s y 60´s. Música que reflejaba las vivencias
del barrio, del campo, de los problemas del día a día, y también de las
creencias.
En el barrio latino se buscaba por medio de
encuentros sonoros, espontáneos y necesarios, escapar de la difícil situación
que se vivía y se le soneaba y se descargaba al amor y desamor, al país que
dejaron, a la mulata, al bravo del barrio, a la comida como el ajiaco o la
malanga, a las dificultades y, claramente, a unas deidades que tanta devoción
despiertan.
En ese surgir sonoro encontramos
transversalmente en la salsa a la digna Cuba y la “diáspora africana” jugando
un papel importante y vital en esta historia musical. Ese tráfico de africanos
esclavizados aporta sonidos y el culto de unas religiones que llegaron con los
pueblos Arará, Bantúes, Yorubas, etc. (Palo y Yoruba o Regla de Osha-Ifá)
Así que en ese sentido vemos o, mejor dicho,
escuchamos la influencia de las costumbres africanas ya “acomodadas” al nuevo
territorio a todo el proceso musical, ya que para estos pueblos el tambor
juagaba (y juega) un papel crucial en sus ceremonias y en sus vidas.
El tambor como instrumento de la humanidad
está presente en los diferentes puntos cardinales del planeta, y aunque viene
del África, sabemos de su presencia en culturas de Mesopotamia, Egipto, China,
Europa (Grecia y Nórdica) y América, donde tenemos como ejemplos el tambor
kultrún (del pueblo Mapuche en el sur de América), o el tambor Lapón (del
pueblo Sami, al norte de Europa) usado para la comunicación con las fuerzas de
la naturaleza y como conexión con las divinidades para agradecer, pedir y hasta
sanar.
En Cuba, puntualmente, estos sonidos
ceremoniales se fueron mezclando, desarrollando y evolucionando con las nuevas
vivencias de los “nuevos negros criollos” y fueron dando origen a ritmos como
la conga (la más conocida la santiaguera) y la rumba, entro otros. Al irnos por
la rumba encontramos que se desarrolla principalmente en matanzas con dos
estilos: El Columbia y el Yambú, y en La Habana, con un estilo particular, el
guaguancó.
Y en esa juntanza cultural no solo se le
cantaba a las tradiciones y sus santos, si no que sumaron al conjunto de los
instrumentos musicales, instrumentos y sonidos ceremoniales como lo es el
tambor a los Eguns (difuntos), el Güiro de festejo, el Bembé para la guerra o
los Batá consagrados. Estos últimos siendo los más usados en los ritmos
afrolatinos, tambores Batá que es donde vive Añá, santo que nos comunica con
olofín y los Orishas, tambores que son de propiedad de Shangó, aunque cada uno
tiene vínculo especial con un santo: Iyá con Yemayá, Itotelé con Oshún y
Okónkolo con Shangó.
El repertorio musical sobre los santos es
amplio, pero podemos escuchar canciones y menciones a Shangó principalmente,
esto se debe a que es el más conocido de los Orishas por ser el rey del panteón
yoruba, además de ser el dueño de los rayos, los truenos, el fuego, la música,
los tambores y la danza, entre otras cosas más.
Muchos artistas, y no solo del mundo de la
salsa, han tenido o tienen un vínculo o relación con la religión, mencionando a
su santo de devoción como Elegúa, Agallú, Obatalá, Yemayá, Orula, Babalú, Ayé,
etc., hasta recitando partes de oraciones. Aquí quiero plantear especialmente
este grito sonoro y alegre de Ismael Rivera, Ecuajey, que sería la mención
recortada del saludo a Oyá, para que nos aparte de la muerte y nos traiga
buenos vientos “JekuaJey Yansá”
La salsa como mezcla de ritmos populares de
esperanza, rebeldía y alegría nos sigue llenando el alma de regocijo y pasión,
acudiendo a ella en todo momento sin caer en hermetismos o radicalismos de no
disfrutar de otras melodías y ritmos interesantes. Tenemos un gran material
histórico de mucho valor e increíble sabor, una herencia que debemos cuidar,
alimentar y renovar, para seguir redescubriendo, escuchando canciones de antaño
conocidas y desconocidas, seguir buscando el goce sonoro con los “viejos” y nuevos
grupos que tengan la energía del barrio y sus realidades, arraigo en el pueblo
urgido de música y de transformaciones sociales.
Espero sigan apareciendo producciones con
buena forma y buen contenido que nos siga dando identidad, cultura y arte libres,
pero comprometidos ¡Que viva la Música!
Lista de canciones y artistas para acompañar
la lectura:
·
Soy
Todo – Van Van
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Qué
tú quieres que te den – Adalberto Álvarez
·
Francisco
Aguabella
·
Ñeñe
– Monguito Santamaría
·
Siete
Potencias – José Mangual Jr
·
Rumba
a los santos – T. Olivencia con G. Santarosa
·
Hijo
de Elegúa – Creación 75
·
Santero
–La nueva explosión
·
Sangre
africana – Abrahan Rodríguez Jr
·
Los
santos – Pedrito Martínez
·
Oración
a Changó – Orq La Poderosa de Chicago
·
Babalú
Ayé – Miguelito Valdéz
·
Changó
– David Cedeño
¡Mucho Ashé!