marzo 2020
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“La música es la mediadora entre el mundo espiritual y el de los sentidos”, expresaba el genio Bethoven.

Por:  Hota



La música como la exteriorización de las emociones humanas, es poder exponer con ritmo, armonía, melodía y clave, para nuestro caso, lo que llevamos adentro, sacar lo que nos regocija o agobia el alma, lo que se quiere contar de lo cotidiano, en las malas o buenas jornadas.

La creación musical es un ejercicio apasionado de mover y exaltar las emociones, es una creación cultural, artística que trata sobre la realidad social de cada momento histórico en que viven sus protagonistas. Y como expresión cultural y artística tiene en sus cimientos una energía creadora y cuestionadora que se muestra comprometida con su entorno, con el territorio y sus personas, donde la forma y el contenido son los ecos de las vivencias y lugares comunes de los diferentes elementos participantes.

Los ritmos de nuestra América no son ajenos a este “patrón”, y menos en lo que en consenso llamamos salsa, entendiendo que el término salsa es la expresión que aglutina diferentes géneros de ritmos tropicales y del caribe que traen el calor de nuestros pueblos y la invitación al movimiento, y que hoy en día hemos generalizado primordialmente por no diferenciar entre lo que son un mambo, un guaguancó, un son, un chachachá, una pachanga, un montuno, etc.

La salsa como manifestación cultural, generó un movimiento social donde los actores principales son la gente excluida, discriminada, oprimida y esclavizada del continente, donde son precisamente los africanos esclavizados (y hay diferencias entre esclavos y esclavizados) y sus descendencias en este continente, más los indígenas americanos perseguidos, más el aporte europeo, que nos dan esa amalgama primaria para nuestra música polirítmica.

La salsa era una creación de gente afligida, emproblemada, necesitada, sin derechos, que inventaba cosas alegres, sentidas, atrevidas, dicharacheras, optimistas, con fuerza, maña y contundencia. Música también discriminada que llamaban “música de negros”, “música de maleantes”, “música de pobres”, que dio identidad, dignidad y valentía a ese pueblo latino que surgía en las décadas de los 50´s y 60´s. Música que reflejaba las vivencias del barrio, del campo, de los problemas del día a día, y también de las creencias.

En el barrio latino se buscaba por medio de encuentros sonoros, espontáneos y necesarios, escapar de la difícil situación que se vivía y se le soneaba y se descargaba al amor y desamor, al país que dejaron, a la mulata, al bravo del barrio, a la comida como el ajiaco o la malanga, a las dificultades y, claramente, a unas deidades que tanta devoción despiertan.

En ese surgir sonoro encontramos transversalmente en la salsa a la digna Cuba y la “diáspora africana” jugando un papel importante y vital en esta historia musical. Ese tráfico de africanos esclavizados aporta sonidos y el culto de unas religiones que llegaron con los pueblos Arará, Bantúes, Yorubas, etc. (Palo y Yoruba o Regla de Osha-Ifá)

Así que en ese sentido vemos o, mejor dicho, escuchamos la influencia de las costumbres africanas ya “acomodadas” al nuevo territorio a todo el proceso musical, ya que para estos pueblos el tambor juagaba (y juega) un papel crucial en sus ceremonias y en sus vidas.

El tambor como instrumento de la humanidad está presente en los diferentes puntos cardinales del planeta, y aunque viene del África, sabemos de su presencia en culturas de Mesopotamia, Egipto, China, Europa (Grecia y Nórdica) y América, donde tenemos como ejemplos el tambor kultrún (del pueblo Mapuche en el sur de América), o el tambor Lapón (del pueblo Sami, al norte de Europa) usado para la comunicación con las fuerzas de la naturaleza y como conexión con las divinidades para agradecer, pedir y hasta sanar.

En Cuba, puntualmente, estos sonidos ceremoniales se fueron mezclando, desarrollando y evolucionando con las nuevas vivencias de los “nuevos negros criollos” y fueron dando origen a ritmos como la conga (la más conocida la santiaguera) y la rumba, entro otros. Al irnos por la rumba encontramos que se desarrolla principalmente en matanzas con dos estilos: El Columbia y el Yambú, y en La Habana, con un estilo particular, el guaguancó.

Y en esa juntanza cultural no solo se le cantaba a las tradiciones y sus santos, si no que sumaron al conjunto de los instrumentos musicales, instrumentos y sonidos ceremoniales como lo es el tambor a los Eguns (difuntos), el Güiro de festejo, el Bembé para la guerra o los Batá consagrados. Estos últimos siendo los más usados en los ritmos afrolatinos, tambores Batá que es donde vive Añá, santo que nos comunica con olofín y los Orishas, tambores que son de propiedad de Shangó, aunque cada uno tiene vínculo especial con un santo: Iyá con Yemayá, Itotelé con Oshún y Okónkolo con Shangó.

El repertorio musical sobre los santos es amplio, pero podemos escuchar canciones y menciones a Shangó principalmente, esto se debe a que es el más conocido de los Orishas por ser el rey del panteón yoruba, además de ser el dueño de los rayos, los truenos, el fuego, la música, los tambores y la danza, entre otras cosas más.

Muchos artistas, y no solo del mundo de la salsa, han tenido o tienen un vínculo o relación con la religión, mencionando a su santo de devoción como Elegúa, Agallú, Obatalá, Yemayá, Orula, Babalú, Ayé, etc., hasta recitando partes de oraciones. Aquí quiero plantear especialmente este grito sonoro y alegre de Ismael Rivera, Ecuajey, que sería la mención recortada del saludo a Oyá, para que nos aparte de la muerte y nos traiga buenos vientos “JekuaJey Yansá”

La salsa como mezcla de ritmos populares de esperanza, rebeldía y alegría nos sigue llenando el alma de regocijo y pasión, acudiendo a ella en todo momento sin caer en hermetismos o radicalismos de no disfrutar de otras melodías y ritmos interesantes. Tenemos un gran material histórico de mucho valor e increíble sabor, una herencia que debemos cuidar, alimentar y renovar, para seguir redescubriendo, escuchando canciones de antaño conocidas y desconocidas, seguir buscando el goce sonoro con los “viejos” y nuevos grupos que tengan la energía del barrio y sus realidades, arraigo en el pueblo urgido de música y de transformaciones sociales.

Espero sigan apareciendo producciones con buena forma y buen contenido que nos siga dando identidad, cultura y arte libres, pero comprometidos ¡Que viva la Música!

Lista de canciones y artistas para acompañar la lectura:

·         Soy Todo – Van Van
·         Qué tú quieres que te den – Adalberto Álvarez
·         Francisco Aguabella
·         Ñeñe – Monguito Santamaría
·         Siete Potencias – José Mangual Jr
·         Rumba a los santos – T. Olivencia con G. Santarosa
·         Hijo de Elegúa – Creación 75
·         Santero –La nueva explosión
·         Sangre africana – Abrahan Rodríguez Jr
·         Los santos – Pedrito Martínez
·         Oración a Changó – Orq La Poderosa de Chicago
·         Babalú Ayé – Miguelito Valdéz
·         Changó – David Cedeño

¡Mucho Ashé!


Este miércoles, 25 de marzo, el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) exigió al Gobierno colombiano un “Plan de Choque Social por 100 días”, a través de un documento que contiene nueve puntos para salvaguardar la vida y dignidad de la población.


Las exigencias se dan luego de no existir ninguna medida social estructural que mitigue el impacto causado por la pandemia que amenaza al mundo, y después de la expedición del decreto 444 de 2020 que descongeló recursos del Estado sin saber de qué modo serán invertidos. Hasta el momento el Gobierno ha preferido salvar el sector financiero, los bancos, y no salvar la vida de la población.

“Las respuestas del Gobierno Nacional, más allá de decretar el aislamiento, son tímidas y tienden a privilegiar los negocios y a descargar el peso de la situación en los hogares de las gentes del común bajo la lógica de “sálvese quien pueda”, o a través de pírricos apoyos, así en su retórica se afirme lo contrario”, afirma la FARC

Algunas de las exigencias del Plan de Choque de la FARC incluyen la gratuidad de servicios públicos por tres meses (incluido internet); protección del empleo mediante subsidio de nóminas asumido por el Estado; subsidios para quienes no tienen empleo y para el trabajo informal; provisión gratuita de medicinas y fortalecimiento de la infraestructura hospitalaria.


Para la FARC estas medidas de choque están formuladas para atender “las condiciones de injusticia e iniquidad” creadas por el sistema político y económico capitalista que privilegia el lucro desmedido por encima de la vida, la salud y la dignidad. Para su implementación existen “numerosas posibilidades”.

“La organización productiva no puede tener como finalidad exclusiva la generación de ganancias, sino la eliminación de las condiciones de injusticia e inequidad. La Política fiscal y monetaria, moviéndose en el marco del orden constitucional vigente, ofrece numerosas posibilidades para ello, que hoy poseen plena vigencia y deben ser consideradas”, indica el documento.

Redacción REMAP


Que las personas estén preocupadas por gastar lo poco que tienen en el pago de servicios públicos, significa el grado de chantaje y criminalidad de un modelo económico que privatizó derechos esenciales para la vida y naturalizó esta infamia en la mentalidad de la población.

El problema aquí no radica en si hay o no recursos para congelar el pago de servicios públicos, el problema radica en que, sí o sí, toca hacerlo para garantizar la vida de la población que debe priorizar lo poco que le queda, después de quedarse sin trabajo, para comprar alimentos.

Debido a la calamidad social y económica, la gente dejará de pagar servicios públicos, no tendrá cómo hacerlo luego de ser exprimidas en esta última facturación, y por tanto el Estado tendrá que intervenir las empresas prestadoras dentro de poco. Lo hará inyectando capital, al igual que lo ha hecho con los bancos, para garantizar su negocio y desangre de la población.

Por ello, durante el tiempo que dure la pandemia, desde ya debe plantearse la necesidad de intervenir las empresas prestadoras de servicios públicos, pero con el enfoque social, no mercantilista, que le permita garantizar estos servicios fundamentales a la población, a la vez que destine los recursos y desarrolle formas de trabajo solidario que permitan minimizar costos para congelar el pago de servicios.

En la ciudad de Palmira (Valle del Cauca) esta exigencia ya circula. A través de un comunicado, bajo el título “Cobrar servicios públicos es un acto contra la vida y la dignidad”, la comunidad palmirana además plantea que existe el riesgo latente de alteraciones del orden público que se generaría por la frustración de no poder alimentar a sus familias.

“Esta medida de atención evitaría la inconformidad ciudadana y la alteración del orden público, pues no hay efecto más frustrante que el sentimiento de engaño a una población que estará siendo obligada a pagar servicios públicos cuando se quedará sin comida”, reza el comunicado (ver documento).

Pero mientras la comunidad exige la única solución posible para mitigar la crisis, de manera momentánea, el Concejo de este municipio adelanta gestión para mantener el negocio de los servicios públicos, buscando solo rebajas en el pago, dejando a la población endeudada en presente y futuro y sin ingresos para abastecerse de comida.

Según comunicado oficial, el Concejo le solicitará al Alcalde: “Que el municipio de Palmira gestione ante la Comisión de regulación de servicios públicos para rebajar la tarifa del servicio de Agua, Energía y Aseo en la ciudad” (ver comunicado).

Quizá haya buena intención en la postura del Concejo, creyendo que lo hacen porque de verdad no han dimensionado lo que significa enfrentarnos a una Pandemia que puede borrar, y lo está haciendo en otros países, a todo un sector poblacional del municipio, de Colombia, del planeta.

Alcaldes, Gobernadores, Concejos municipales, Asambleas Departamentales, Congreso de la República, si hubo un momento en la vida donde se requirió decisiones radicales para salvaguardar la vida, es éste. Por favor, ¡qué falta para entender que nos enfrentamos a una pandemia!

Ha echar lápiz, proyecciones, estadísticas para presentar y exigir soluciones de emergencia al Gobierno Nacional para congelar el pago de servicios públicos como primera medida.

Por mi parte no pagaré recibos, hacerlo implicaría dejar de comer en casa. Y tampoco tengo forma de pagar los que se vienen. Esta es la realidad de la gente del común en estos momentos.

Por: Alexander Escobar





Por:  José Marulanda


El sábado 21 de marzo internos de los principales centros penitenciarios del país, entre ellos la Cárcel La Modelo y La Picota en Bogotá, se amotinaron en algunos de los patios de esas cárceles buscando fugarse de las mismas. Según la denuncia del Defensor de Derechos Humanos David Ravelo, quien está privado de la libertad sin haber iniciado su juicio, la guardia del Instituto Nacional Penitenciario INPEC disparó contra los internos de los patios 4 y 5 de la Cárcel La Modelo, y que según el balance entregado por la Ministra de Justicia Margarita Cabello, dejó un saldo trágico de 23 internos muertos y más de 83 heridos. Aunque los internos afirman que fueron más de 40 los reclusos asesinados.

Desde que llegó el Covid-19 los privados de la libertad en Colombia le han pedido al Gobierno Nacional que declare la Emergencia Carcelaria, medida que acaba de ser tomada luego de la masacre al interior de La Modelo, pero que tiene reivindicaciones claras que ayudarían según lo internos de los centros penitenciarios a mejorar un poco la difícil situación. Las exigencias de los presos van encaminadas a dejar en libertad de los internos que ya han pagado las 3 quintas partes de su condena, ya han hecho los cursos de resocialización, conceder la casa por cárcel a las personas mayores de 60 años para que puedan recibir tratamientos médicos adecuados y evitar que sean contagiados por el Coronavirus, deportar a los detenidos a sus países de origen que hayan cumplido la mayoría de sus penas, pero sobre todo piden garantías de salud para que puedan ser tratados con dignidad frente a la posibilidad de que se contagien de este virus.

Todas estas exigencias de los reclusos han estado acompañadas de los deficientes servicios de salud que se les presta a los internos en Colombia, según reveló la periodista Diana López Zuleta en el portal La Nueva Prensa, en cada una de las cárceles del país solo hay un médico y un enfermero, y no todas cuentan con agua potable, la reportera incluso asegura que en las 134 cárceles del país hay 124.188 presos, no obstante, según el Instituto Penitenciario, la capacidad es de solo 80.156, es decir, el hacinamiento es del 54,9%.

La Fiscalía General de la Nación debe esclarecer lo sucedido, y las autoridades deben aprovechar la declaratoria de Emergencia Carcelaria para tomar medidas urgentes, informarles a las familias de los asesinados y a los heridos que fue lo que pasó, porque las denuncias contra el INPEC son muy graves y no pueden quedarse en letra muerta y mucho menos bajarle el perfil a la grave crisis humanitaria que se vive en Colombia




Música y arte también habitan en las cárceles. Solo la solidaridad nos hará saber si somos mejores que aquello que nos mata. Hota nos escribe desde la cárcel de Palmira, días antes de las protestas en los centros penitenciarios que exigen dignidad y garantías para la vida durante la pandemia.

Por: Hota
 
Aunque la mayoría de los escritos que realizo son de corte político, con análisis de coyunturas, diagnósticos y algunos hasta panfletarios, hoy me invita la pluma y el papel a escribir sobre la música (que no quiere decir que deje de ser también algo hasta político) y mi experiencia en “Las tumbas”, para recordar siempre al gran Maelo Rivera, el Brujo del Borinquén.

No les hablaré de mis posturas ideológicas, que siguen intactas, al lado de los explotados, de “los nadies”, “los ninguneados”, como escribió el poeta Eduardo Galeano; les hablaré de la música en un centro carcelario y su actuar cotidiano.

Recién llegado al centro de reclusión (me encuentro en un calabozo, solo con mi ser, con mis demonios), las primeras imágenes por fuera de mi familia y mis seres queridos que me llegaron fue la de Andrés Caicedo (por el lugar en el que estaba, un calabozo), la del Che (detenido en Bolivia), la de Carlos Pizarro (detenido en La Picota), y años después, herido, cuando iba ya apostándole a la paz (luego traicionada), y como ya lo mencioné, me llegaba el eterno “sonero mayor”, porque “si sigo aquí, enloqueceré”.

En el calabozo cercano, había un hombre con un radio, ¡qué maravilla!, era un Sony grandecito, de esos que usan los antiguos vigilantes de barrio, o que usan todavía en algunas zonas rurales. Su dial entraba en un incansable movimiento buscando melodías, al gusto del propietario. Le gustaba el reguetón, las baladas y de vez en cuando paraba en lo que él llamaba “un clásico salsero”, que podía ser alguna canción del Gran Combo, Ismael Rivera, Los Hermanos Lebrón y hasta el grupo Niche, aunque también a veces me sorprendía cuando sonaba algo más “bravo” o algo nuevo, como “así vivo yo” de la orquesta Colón, “el sol de la mañana” de Nelson y sus estrellas, “cinco a diez” de Azabache, “parte de mi vida” de Bum Bum Mezclao.

En ese lugar pasé varios días, solitario con mi penar, leyendo algunos libros (de los menos malos de este lugar, ya que la mayoría era de superación de personal o religiosos) y escuchando la música del “vecino”.

Cuando llego al patio, llego al mundo de la bulla constante. Los primeros días era algo enloquecedor tanta bulla y casi todo el día, pero con el pasar de los meses, uno llega a acostumbrarse un poquito, siempre hay un radio sonando, acá también se les dice “loros” o “chatarrita”, sobre todo cuando se va a pedir prestado (por ejemplo, ¿no tiene una chatarrita que me preste?). La vaina con estos radios es que estos no andan en búsquedas de melodías porque funcionan con memorias (micro SD), y ya ahí impera el gusto de cada quien. Por cierto, este tipo de radios, como las memorias y claramente los celulares están prohibidos al interior de estos centros.

Suena la música todo el día y entiende uno que más que para enloquecer es para es para liberar, es para acompañar, para recordar y hasta para olvidar.

El repertorio musical es muy variado, se oye desde la música de “cantina”, reguetón, rap, hip hop, electrónica (que aquí me toca mencionar un pelao que hace mezclas desde el celular y lo quedan chéveres con su estilo particular), baladas, poco vallenato, y salsa. El fuerte son las canciones más conocidas, la salsa comercial, la salsa romántica y a veces alguno que se atreve a poner algo no tan conocido.

El silencio aparece ya en la noche, a la hora de dormir, y eso, porque a veces el sonido de un ventilador hace de las suyas, pero la música sí para unas horas, y da lugar al descanso, a dormir, que es otra forma de escapar de esta realidad.

Cuando amanece ya se escucha un radio donde suena “todo empezó en el momento indicado”, “ni te lo imaginas”, “cuando nos miramos”, “aquel viejo motel trae el recuerdo…”, “mía, aunque estés con el durmiendo sabes que eres mía…”, “qué tiene él que no tenga yo…”, “lo mejor que hiciste fue dejarme…”, y así, muchas de ese estilo de salsa, que en lo personal algunas pocas logran gustarme, pero que tienen un buen público, o que lo digan los encuentros de alcoberos.

Para tranquilidad mía, de otro radio sale don Pablo diciendo “oigan, aquí llegamos nosotros…”, luego aparece Frankie con Markolino “si los rumberos me preguntan qué es lo que tiene mi rumba…”, “a donde quiera que vaya, iré cantando…”, en la voz de Pellin Rodríguez con la orquesta de Serafín Cortéz, “Por allá en la serranía se oye el golpe de un tambó, llamando a los parranderos…” de Gustavo García “Pantera”, y en medio de estos temas alguna timba infaltable de don Juan Formell o Isaac Delgado, y algunas canciones de esas bandas o cantantes nacionales e internacionales que tienen unos temas “pegados”, con canciones con buenas sonoridad y acogidas en los barrios.

En esta cotidianidad que es muy bien descrita por Ismael Rivera, de monotonía, algunas canciones nos hacen tararearlas, silbarlas, cantarlas y hasta tocar instrumentos imaginarios. Canciones, música que nos toca las fibras, que nos alegra o nos conmueve, que nos lleva a otros lugares, música que nos hace terapia, que nos ayuda, música que nos hace libres.

Y mientras voy cerrando este ejercicio liberador de escribir, en un radio narran un partido de futbol del América, y en otro suena “Aurora de rosa en amanecer, nota melodía que gimió el violín…” que me lleva a las calles calientes de los barrios de mi Cali Calentura.

¡Muchos Ashé!

Por: Hota


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