Así
como el estallido social trajo consigo el derribo de barricadas intelectuales
del pensamiento, de replantear experiencias y conceptos, y también la
reafirmación de algunos otros, hablar de Colombia Humana, de sus procesos organizativos,
de igual manera implica una responsabilidad vivencial y discursiva que involucra
la construcción de análisis y propuestas a partir de diversas voces.
Es por
ello que cada palabra que a continuación se esboza, solo es resultado de una
voz que se suma, perdiéndose en medio de muchas otras, en un coro que habrá de
resonar con entonaciones disímiles y giros de ritmo diferenciados, que a veces
se encuentran y otras veces se alejan.
Son
las siguientes líneas la invitación a construir en multiplicidad, en temas que
urgen, y que no son un distractor a temas fundamentales como lo son los de
campaña a la Presidencia en este momento, sino necesarios de recordar porque,
de no hacerlo, la borrachera del triunfo puede llenar de ceniza el horizonte
inmediato y aplazar discusiones que, de forma reiterativa, ya han sido dejadas
a un costado, y este es otro riesgo que tampoco podemos permitirnos de cara a
la responsabilidad que tenemos con el país.
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Y
bueno, dicho esto, sin más ambientación y cursilería, procedamos entonces a hablar de la
Colombia Humana.
La
irrupción de Colombia Humana (CH) en el escenario político trajo consigo dos grandes
aportes al desgaste que sufrían movimientos y procesos sociales, o proyectos
alternativos que desde décadas buscaban actuar con efectividad en el escenario
electoral:
1. La
vinculación de relevos generacionales al ejercicio electoral y la política
2. La
articulación amplia de diversos sectores, pensares y sueños (ciudadanías
libres) en torno a las propuestas del candidato presidencial Gustavo Petro.
Relevos
generacionales
La
vinculación de nuevas personas y grupos de jóvenes alrededor de la
candidatura de Gustavo Petro, trajo consigo un refrescamiento a la política, no
tanto por la masividad que ello implicó, sino porque aportó una oportunidad de
salir del estancamiento o declive que procesos organizativos y movimientos
sociales estaban (o están) sufriendo: la incapacidad de atraer nuevas
personas y grupos humanos a la política.
Articulación
amplia
En las
últimas décadas la propuesta de “unidad” en torno a un fin o proyecto político viene
marcada por lo que discuten procesos y movimientos sociales representativos, donde
también toman protagonismo algunos sindicatos, o sectores del sindicalismo, y
algunos partidos o figuras representativas de éstos por sus posturas
democráticas o de izquierda.
Estos
procesos y movimientos, que trabajan por la “unidad”, han logrado responder en
momentos coyunturales defendiendo la vida y derechos de la sociedad colombiana,
algunas veces con mayor eficacia que otras, y con sacrificios que implican la
vida misma.
Sin
embargo, estos consensos de unidad logrados en determinados momentos y
coyunturas, no logran articular a sectores poblacionales que están por fuera de
su quehacer programático o ideológico. Si bien es cierto que logran respaldo, a
veces amplio, o pequeño, de la población, en su quehacer la propuesta de unidad
no traspasa el efecto vinculante de ser un pacto entre organizaciones y
movimientos sociales, donde la población colombiana solo acompaña de corazón en
forma transitoria, pero no se articula como tal a ese tipo de procesos.
En
contraste a lo anterior, Colombia Humana ha logrado ser un espacio vinculante
donde personas, y nuevas generaciones, se articulan a un proceso alrededor de
una propuesta de país representada fuertemente en un objetivo electoral: lograr
la Presidencia de Colombia con Gustavo Petro.
UN
PROCESO EN BUSCA DE ESTRUCTURA
La
mirada de partidos, movimientos y procesos sociales visualizaron en Colombia
Humana una cantera para ganar militancia, situación que apuntaba al detrimento
organizativo de este proyecto político en formación. En otras palabras, algunos
sectores plantearon arrebatar a Colombia Humana la militancia naciente que
confluía en ésta, hasta diluirla en sus partidos y movimientos.
Durante
el boom de Colombia Humana que irrumpió en la política en 2018, además hubo
otras discusiones:
1. Que
se configurara en movimiento social
2. Que
se transformara en partido
Colombia
Humana como movimiento social
Románticamente
se pensó que las “ciudadanías libres” (aquellas personas que no están inscritas
en partido o proceso organizativo alguno), que llegaban a Colombia Humana, tendrían
capacidad de mantenerse articuladas en un movimiento social que respondería a
las necesidades de la lucha social en las calles y, además, actuar electoralmente
sin ser partido.
Este
postulado provino, principalmente, desde afuera, desde la visión de movimientos
de izquierda que pensaron, de igual manera, que ello serviría para responder a
la persecución y estigmatización que sufre la lucha popular en Colombia.
En
este sentido, visionaron a Colombia Humana como cierta especie de refugio
articulador de luchas, que capitalizaría las “ciudadanías libres” para
interactuar de manera amplia y tratar que la violencia estatal, dirigida a
movimientos y procesos organizativos ya existentes, disminuyera, creyendo que
el Estado vería un enemigo más grande, diferente al habitual, y no podría
actuar contra “los de siempre”.
Nada
más errado que este análisis o propuesta. Por un lado, porque las “ciudadanías
libres”, en su gran mayoría, llegaron al calor de una figura caudillista y
carismática, y de la misma manera dejarían de permanecer en escena, opacándose
lentamente, en tanto que esta figura, Gustavo Petro, dejaría de tener
relevancia electoral por varios años.
Por
otro lado, porque la agenda de la izquierda y sus formas de convocar no habían
logrado captar la atención de quienes llegaron a Colombia Humana, y su visión
de movimiento social, o sus formas para tratar de incidir o sostener este tipo
de procesos, igualmente, no lograría mantener un movimiento articulado.
La
izquierda, por lo regular, se mueve pensando en fortalecer, como primera
medida, la lucha y movilización popular, para luego pasar a un escenario
electoral, de ser posible o necesario.
Pero
con Colombia Humana, es diferente. Sin escenario electoral, no es posible fortalecer
algún tipo de articulación o proceso social que pueda derivarse. Y algunos sectores
de izquierda, de manera clásica, y equivocándose, pensaron dar prioridad a la
movilización social en primera instancia.
Transformarse
en partido, era una necesidad para evitar la dispersión de esta militancia en
formación denominada “ciudadanías libres”, y así mantener vivo el objetivo
electoral, fijo, como forma articuladora, mientras el proceso tomaba fuerza
organizativa. La agenda debía plantearse a partir de este objetivo, el
electoral, y desde esta perspectiva dar forma a la movilización social que
pudiera llegar a configurarse.
Por
otra parte, pensar que convertir a Colombia Humana en movimiento social
serviría para disminuir la persecución y el terrorismo de Estado contra la
izquierda y movimientos populares, y sus cabezas visibles, era una fantasía,
pues la única forma de evitar este riesgo creciente, ante una ultraderecha que
busca sostenerse de cualquier forma en el poder, solo es posible si la
izquierda pasa a la clandestinidad o se refugia en el exilio. El resto es
ingenuidad.
Colombia
Humana como partido
La
figura caudillista de Gustavo Petro volvió a la escena electoral. Y Colombia
Humana, aunque golpeada y fracturada por factores diversos en los cuales no
ahondaremos, volvió a tomar relevancia en la escena política.
Su
transformación en partido se convirtió en algo inminente, luego del fallo de la
Corte Constitucional que dio vida al reconocimiento de su personería jurídica.
Pero un partido no se estructura por decreto o por la experimentación de
conceptos que buscan trabajar en una red que no tiene de qué sujetarse, en
tanto que está conformada por nodos que, aunque parecieran apuntar a una articulación
fresca y novedosa, la realidad es que responden a la necesidad de sumar personas
con fines electorales y no militancia con fines organizativos.
Organizarse
no es imposible, pero requiere trabajo, y conformar un nodo, aunque quizá no
guste decirlo, se conforma solo por atender el llamado de hacerlo. No quiere
decir que organizarse implique un camino tortuoso. Con lo anterior, lo que se
pretende decir es que, por lo regular, su conformación responde más a un
momento emotivo que, hoy por hoy, deja entrever que muchos nodos se conforman
sin tener capacidad de permanencia en el tiempo, al punto que podemos afirmar
que son nodos unipersonales, sin dinámica de trabajo o agenda.
Ahora
bien, es cierto que encontramos nodos que funcionan y trabajan acorde a sus
objetivos, no obstante, esto es una excepción, la cual hallamos, sobre todo, en
personas que ya contaban con alguna experiencia organizativa en procesos de
carácter político, social o comunitario. Pero estos nodos que funcionan, al terminar
en medio de otros que no lo hacen, quedan envueltos en una red de trabajo
imaginaria, inexistente, que al momento de articular alguna propuesta o agenda
programática, ésta queda aferrada al vacío, a la inoperancia, y conducida al
abismo de la inviabilidad organizativa.
En
consecuencia, no es una red lo que se construye, sino una telaraña donde se cae
y se enreda, y que finalmente deja las decisiones concentradas en Gustavo Petro
y el círculo de personas que le rodean, o son de confianza, y que dirigen
Colombia Humana desde Bogotá.
Los
nodos cumplen una función de sumar personas, por ello su amplitud en la manera
como se conforman de acuerdo a intereses o afinidades de grupo, territoriales o
sectoriales. Esto permite tener una gran afluencia de personas, porque, por
ejemplo, hasta quienes se sientan representados por la saga de Harry Potter
podrían conformar un nodo afín al séptimo arte.
Bueno,
quizá estemos exagerando. Pero lo cierto es que sumar personas de manera
afanosa no es sinónimo de un proceso incluyente al interior de un partido, o un
movimiento social, sino el reflejo de un ejercicio democrático que nace jubilado
por la imposibilidad de brindar espacios para la organización real, y tangible,
que permita a los territorios tomar decisiones que no provengan del centralismo
de Bogotá.
El
problema, entonces, no radica solo en convocar multitudes, éste además requiere
abordarse pensando en una militancia en formación en lo que respecta a formas
organizativas y, obviamente, en muchos temas que atañen a la política.
Si
bien las estructuras definen la forma de participación y construcción de
propuestas de país y sociedad, en últimas es la gente la que está en capacidad
de dar viabilidad a cualquier estructura. El fracaso, la inviabilidad o
petrificación de muchos procesos organizativos ha sido el resultado de personas
y pequeños grupos que al interior de éstos se enamoran del poder, y que para
perpetuarse cierran escenarios de participación a la colectividad restante. De
lo anterior, de este riesgo, tampoco está exenta la Colombia Humana.
Colombia
Humana, como mínimo, debe dejar claro en su estructura la conformación de los
espacios locales, departamentales y el nacional. ¿Por cuántas personas estaría
conformada una coordinación municipal? ¿Por cuántas la departamental? ¿Y cómo
los departamentos definen la conformación de la estructura nacional? ¿Cómo se
garantiza la paridad de género en estos espacios de decisión? Son preguntas
básicas, algunas que ya tratan de ser respondidas, la mayoría sin gran eficacia,
dentro de sus estatutos.
Actualmente
en la configuración organizativa de Colombia Humana, la figura departamental no
existe. En teoría, sería la interacción de todos los municipios la encargada de
tomar decisiones en una red asamblearia nacional, y cuando lo amerite, en una
asamblea de municipios para tratar temas departamentales, pero coordinaciones
como tal, por departamentos, no existen. Tímidamente se menciona la posibilidad
de articularse de manera regional, teniendo en cuenta afinidades que podrían
ser “culturales” y “territoriales”.
La
práctica ha demostrado lo necesario de una estructura departamental, en tanto
que existen decisiones de este orden. Por ejemplo, en lo electoral era de suma
importancia al momento de decidir candidaturas a la Cámara de Representantes
dentro del Pacto Histórico. Al no existir esta instancia, y no contar con una
estructura que lo permitiera, o con la madurez organizativa necesaria para ello,
finalmente fue desde Bogotá, en la mayoría de casos, donde se estableció los
lugares de participación dentro de las listas cerradas a la Cámara.
De
igual manera esto también ha imposibilitado contar con voz y voto en algunos temas
de campaña, tal es el caso de la forma como se eligieron las personas
encargadas de coordinar la campaña Petro Presidente en los departamentos: la
decisión vino tomada desde Bogotá sin contar con las opiniones de los
municipios.
La
iniciativa de estructurar a Colombia Humana a través de una red articulada o
sostenida por nodos, no ha funcionado. Lo que sí ha provocado es que su
militancia, cada vez más, quede apartada de la toma de decisiones en lo
departamental y nacional.
El
nodo, considerado como “unidad básica” en la estructura de Colombia Humana,
debe replantearse. Es claro, y compartida la necesidad de estructurar el
partido en formas que no reproduzcan viejas prácticas que excluyen y no
permiten avanzar los procesos, sin embargo, hay experiencias básicas
organizativas que no pueden obviarse.
Más
que buscar una estructura perfecta, lo que debe permitirse al interior de
Colombia Humana es brindar espacios a las “ciudadanías libres” para formarse en
temas organizativos y políticos que les permita actuar con eficacia al interior
del partido, independientemente de la estructura que sea.
El
momento de cambio para el país, también conlleva a reconocer la militancia de
Colombia Humana como factor determinante en sostener el sueño de cambio que
desde 2018 lo está entregando todo, a pesar de no estar de acuerdo con algunas
decisiones que desde el centralismo se toman.
Decisiones
de importancia en los territorios no pueden seguir tomándose según el grado de
relacionamiento que algunas personas o sectores logran establecer con la
dirigencia nacional o sus figuras representativas. Los espacios para este tipo
de asuntos deben ser asamblearios y acordes a lo que definan coordinaciones
municipales, departamentales y regionales.
Y hoy
que a través del Pacto Histórico se convierte en fuerza electoral, al no contar
con una estructura adecuada o mínima en funcionamiento, deja a su militancia a
merced de lo que podría llegar a configurarse en un mero “Pacto Parlamentario”,
que termina utilizando a las “ciudadanías libres” como cantera de votación, donde
finalmente su militancia pierde cualquier grado de influencia o decisión sobre
el parlamento elegido.
No
puede repetirse la historia ya vivida en otros procesos: Colombia Humana no
puede terminar reducida a un partido parlamentario, cuyo resultado trágico es
producto de no dar prioridad a su militancia y espacios organizativos reales
con decisión.
Hoy la
militancia de Colombia Humana sueña en grande. Sus sueños son tan fuertes,
tiene tantas raíces, que están en capacidad de apostarlo y entregarlo todo, a
pesar de estos temas irresueltos que le han golpeado duramente, y entristecido
muchas veces, en los últimos cuatro años.
La
meta, ahora: Petro Presidente. Sin descanso, por el bien común, por el proyecto
de país soñado y que la sociedad merece. Pero seguidamente también su
militancia estará en firme para construir el cambio en las formas como se
construye partido y se toman decisiones. Un partido del tamaño de nuestros sueños,
es la deuda histórica que se tiene con las generaciones presentes, futuras, y
con quienes han ofrendado su vida para que haya memoria, dignidad, movimiento
social, y la lucha que posibilita el cambio.
Por: Alexander Escobar*
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*Periodista alternativo y militante de Colombia Humana en Palmira
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